Además de los útiles que necesitamos para cada tipo de tarea, es importante seleccionar bien los muebles de los que dispondremos y el estilo con el que decoraremos nuestro rincón de trabajo, un estilo que vaya con nuestra personalidad y que no desentone mucho con el resto de la casa. Es posible que pasemos muchas horas allí y tenemos que rodearnos de un ambiente favorable.
Os dejo cinco estilos diferentes con inspiraciones para crear nuestro propio espacio de trabajo.
1. Estilo industrial
Ganando adeptos en los últimos años, el estilo industrial se basa en una ambientación urbana, respetando al máximo las estructuras originales como columnas, techos altos o paredes de ladrillo y potenciándolas al máximo.
Los materiales clave en este estilo son el metal, el aluminio, los ladrillos, el cemento u hormigón o el vidrio.
Los elementos decorativos, así como muebles o lámparas, absorben el estilo vintage: cajoneras metálicas antiguas, mesas con maderas desgastadas y pesadas, estanterías de tubo metálico. Y para dar un aire más personal, podemos añadir un toque de diseño, mezclando retro y modernidad.
Vintage es un adjetivo de origen inglés usado para referirse a objetos de cierta edad pero que aún no pueden catalogarse como antigüedades y que han sobrevivido al paso del tiempo como mínimo veinte años desde su creación.
Tras el auge de popularidad de este estilo, los muebles y complementos se han revalorizado y algunos se consideran auténticas reliquias. Se caracterizan por no esconder su aspecto antiguo e incluso usado, dándole encanto y autenticidad.
El estilo retro, por el contrario, imita al estilo vintage pero con objetos de nueva fabricación.
Yo, me quedo con lo vintage. Siempre original y muebles que tengan una historia que contar.
En lo que se refiere a diseño, los nórdicos son todo un referente y no podía ser menos en decoración de interiores.
El estilo nórdico o escandinavo transmite naturalidad, siendo la naturaleza la fuente de inspiración principal. Los protagonistas son las maderas claras como el abedul, la haya o el pino y los tejidos naturales como el lino o el algodón.
En los países nórdicos la luz durante gran parte del año es escasa y por este motivo la iluminación natural es tan importante a la hora de diseñar sus hogares. Siempre se utilizan colores claros y que transmitan mucha luz priorizando el blanco, que no debe faltar, pero introduciendo el negro y los grises o poniendo el acento con algún objeto de color llamativo para dar un toque de alegría a los largos y oscuros inviernos.
Y como complementos imprescindibles, velas y candelabros en invierno para contrarrestar la escasez de luz y flores silvestres o plantas verdes en verano invitando al sol a entrar a todas las estancias del hogar.
Un estilo sobrio pero elegante, moderno a la par que atemporal.
Si algo define el estilo boho chic es la valentía, no sigue normas ni convencionalismo. Es una mezcla de estilos siempre basándose en aires hippies, bohemios, étnicos y, muchas veces, con un toque kish.
Para crear un ambiente boho son esenciales las alfombras o kilims, pufs y cojines, tapices en las paredes, atrapasueños… todo ello con mucho color y, preferiblemente, originarios y comprados en nuestros viajes por el mundo.
Se corre el riesgo de sobrecargar demasiado el espacio, pero sin excesos se puede llegar al equilibrio y lograr una mezcla de estilos perfecta.
El estilo shabby chic tiene sus orígenes en Gran Bretaña, en las grandes casas de campo o cottages que bebían de muebles antiguos que se repintaban una y otra vez dándole un aspecto desaliñado y raído (shabby) que hoy se ha unido a la elegancia y a la distinción (chic).
Sin ninguna duda, el color protagonista es el blanco que combina perfectamente con tonos pastel y tonos neutros como el beix o el gris. Con estos colores se pintan los muebles y las paredes buscando, siempre, la patina envejecida o decapándolos.
Las flores están, también, muy presentes en todos sus formatos, tanto naturales como en los estampados de los cojines y textiles, dándole a la estancia un cierto aire romántico.
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