Buen vivir



La preocupación y ocupación de estas últimas semanas por la enfermedad
de mi padre (tuvo una recaída que hizo necesario un nuevo ingreso y una
operación de alto riesgo) me han obligado a bajar el ritmo en los demás
aspectos de mi vida.

He tenido mucho tiempo, en el hospital y estos últimos días en casa de mis

padres, para pensar, reflexionar y preguntarme hasta qué punto merece la pena

vivir pendiente del reloj, el calendario, las obligaciones, los compromisos...

Este parón obligado me generó inicialmente bastante estrés, intentando
compatibilizar los requerimientos del trabajo, la casa, el cuidado de mi
hijo y también el blog (aunque se trata de una pasión que me hace
sentir genial y me enriquece, conlleva una dedicación importante).

Pasado un tiempo, el estrés fue dando paso a una laxitud casi reconfortante,
seguida de calma.

A veces es necesario pasar por una experiencia negativa para

replantearnos si estamos viviendo nuestra vida

como realmente queremos.

En un hospital la vida te muestra su cara menos amable, rodeados de

sufrimiento propio y ajeno. Desde luego no es una experiencia deseable

pero me he dado cuenta que hace aflorar empatía y buenos sentimientos

entre los enfermos, familiares y personal sanitario.

La convivencia diaria genera lazos, permite relativizar nuestro propio

dolor y fomenta la ayuda desinteresada hacia los demás.

Estos valores en desuso en la vida actual, rápida y llena de competitividad,
afloran cuando lo importante es lo importante: la vida

Los pequeños detalles comienzan a cobrar importancia y algo tan cotidiano

como poder salir un momento a airearse y descubrir un precioso amanecer o

notar el cambio de estación se convierte en un acontecimiento tan gratificante

que uno acaba preguntándose cómo no disfruta de ello más frecuentemente.

La respuesta es seguramente la inercia: poco a poco la sociedad va imponiéndonos
cada vez más necesidades que parecen hacernos la vida más fácil pero que en realidad
nos fijan en los engranajes de una vorágine vital. Lo hace de una manera sutil, no resulta
fácil darse cuenta y así poder elegir quedarse al margen. Cuando queremos darnos cuenta
es difícil abandonar nuestra "zona de confort", sobre todo si la elección no depende sólo de
nosotros porque hemos formado una familia.



Este es mi caso y supongo que el de muchos. Os suena, ¿verdad?

La solución no creo que pase por eliminar drásticamente los frentes que

puedan parecer menos prácticos.

Yo llegué a pensar durante esos días en dejar el blog definitivamente. Pero

fue la calma que obtuve al verme obligada a ralentizar (slow life) y centrar mi

mente en lo que estaba sucediendo entonces (Mindfulness), lo que me llevó

a posponerlo, meditarlo y decidir que no se trata de renunciar a aquello que

nos aporta ilusíón, nos enriquece y por tanto nos hace felices, si no en

priorizar y no intentar dar el 100% en todo lo que hacemos.





Ralentizar para poder avanzar.

Y aquí estoy compartiendo con vosotros hoy.
¿Mañana?...
Mañana ya veremos.



Vivir lento, vivir el momento. Vivir, en definitiva.





Fuente: este post proviene de hampton sc, donde puedes consultar el contenido original.
¿Vulnera este post tus derechos? Pincha aquí.
Creado:
¿Qué te ha parecido esta idea?

Esta idea proviene de:

Y estas son sus últimas ideas publicadas:

¿Pensando en preparar la decoración de Navidad? No sé vosotros, pero yo siempre comienzo con el Calendario de Adviento que a partir del uno de diciembre irá recordándonos la cuenta atrás para las fies ...

Hoy os traigo una selección de salones pertenecientes a casas vividas, decorados en distintos estilos. Comenzamos este post de casas vividas con un salón clásico renovado con toques french chic. Está ...

Etiquetas: Lifestyle

Recomendamos