Hace un par de semanas pasé unos días de descanso en uno de mis rincones favoritos para desconectar. Es un pequeño pueblo en el Empordà llamado Madremanya donde naturaleza y silencio conviven a la perfección. Casas de piedra, balcones con flores, enredaderas que cubren las fachadas, ni un solo colmado, ni panadería, ni bar, pero en cambio aquí se ubican hasta tres hoteles rurales de los que se catalogan ‘con encanto’. Uno de ellos se llama El Racó de Mademanya, en el cuál me he alojado en diversas ocasiones y que es un destino ideal para disfrutar en pareja (ya os hablé de él en el blog). Pero esta vez decidimos cambiar y reservamos en Can Bassa, un concepto de hotel -con sólo tres habitaciones- y de casitas individuales, que resultó ser una perfecta experiencia para recargar pilas y prepararse para el cambio de vida que nos espera.
Reservamos la habitación Arcada con desayuno incluido, que si la meteorología lo permite (no fue el caso), es servido en el porche de la Masía. A pesar de que la lluvia nos acompañó durante la breve estancia, lo cierto es que no nos impidió hacer lo que teníamos planeado: ratos de lectura, visitas a brocantes y tiendas vintage y de antigüedades (la zona está repleta) y largos paseos por el campo, acompañados de los dos perros del hotel, que no nos dejaron solos ni un momento.
Imágenes: Toc Toc Vintage
Ésta fue nuestra última escapada siendo dos y al regresar a casa nos imaginamos volviendo a Madremanya acompañados de nuestra hija… Qué ganas de experimentarlo! Seguro que será muy diferente aunque la tramuntana seguirá soplando con la misma intensidad que lo ha hecho siempre en este pequeño lugar del Baix Empordà.