Durante las últimas semanas, mi proyecto personal fue aplicar la magia del orden para desintoxicar mi casa de objetos en desuso, replicados, innecesarios o poco funcionales. No vayamos a decir que es una operación "fácil", lleva tiempo, constancia y disciplina -casi como un entrenamiento olímpico. Especialmente cuando te enfrentás a alguno de esos objetos poco funcionales pero "tan lindos" retenidos "por que sí" en insólitos rincones.
Si te sobran metros, bienvenido sea todo bártulo poco práctico pero estéticamente adorable. Sin embargo, cuando disponés de setenta y pocos metros de superficie habitable, acumular no es una opción. Especialmente si en ese espacio tienen que convivir:
1- Un hogar de tres.
2- Mucha vajilla...(estamos hablando de piezas de todo tipo para servir a treinta personas)
3- Variedad de contenedores frágiles (de los que uso para ambientar, centros de mesa, etc)
4- Pequeños muebles para ambientar (espejos, mesitas, pizarrones, etc)
5- Diversos materiales (telas, papeles, hilos, cintas, troqueladoras, cortantes, tijeras múltiples) todos ellos "muy físicos" e imposibles de digitalizar... aunque es una idea tentadora cuando te desbordan las cosas.
Si te estás preguntando cómo es posible lograr una convivencia de tanto, estás en el mismo lugar que estaba yo al iniciar marzo. Afortunadamente, los agobios me duran solo unos días, los mismos que puedo tardar en encontrar soluciones viables para maximizar el espacio. O el financiamiento para las soluciones porque, por muy poco creativas que sean las ideas, todas requieren de inversión, para qué negarlo.
La magia del orden en su versión desmesurada.
Mi casa es un PH de tres habitaciones y con un patio muy reducido en metros. Nada espectacular, nada digno de una nota de Living y mucho menos de El Mueble, revista en la cual doscientos metros de casa se consideran espacio reducido. Creo que calificamos para "Casa Chaucha", pero todavía no tenemos tanto carácter para la decoración. Mi casa y yo somos neutras. Con esa neutralidad de colores tierra y mucha madera al natural. Porque se puede ser desmesuradamente neutral.
La magia del orden comenzó con mi dormitorio.
En fin...en el dulce hogar, comenzaron las operaciones de re-organización y cambio con una fuerza inusitada. El primero en vivir los efectos detox, fue mi ropero. Fuera toda la ropa que no uso. Luego, mi dormitorio fue purgado de todo elemento excesivo. Cada objeto fue clasificado para ser donado o para llegar a manos de quienes les darían buen uso.
Estamos en pleno proceso y con una novedad: no-marido opina y participa. Esta es una novedad gratificante pero molesta. Lo sé: a las mujeres no nos viene nada bien... Es que verdaderamente puede ser muy molesto. Primero porque su criterio funcional de los espacios rara vez coincide con mi visión estética. Y eso que en los últimos años mi umbral de resistencia a lo que no me gusta se amplió desmesuradamente. Quizás porque ser madre tiene esa cualidad asombrosa de matizar todos tus toc.
La otra razón por la que las opiniones de no-marido son molestas es porque es "apegado a lo existente" y prefiere no cambiar muebles, ni grandes ni chicos. Por suerte coincidimos en algo: ambos somos minimalistas. Muy minimalistas. Y sobrellevamos con estoicismo los caprichos del otro: yo tengo una casa de fiestas inserta en el hogar y él me puso un gimnasio en el patio.No es una exageración percibida desde la hormonalidad de mi ser: tengo en el patio un parrillero, un banco de pesas, una barra de altura y objetos de musculación que ni siquiera sé definir con palabras. Cualquiera diría que es profesor de gimnasia no de Literatura.
Aprecio el cuidado de la salud y la apariencia pero durante mucho tiempo fantaseé con pagarle a alguien para que hiciera "desaparecer" el banco de pesas. Con el tiempo, terminé aceptándolo como parte de la realidad de mi hogar, especialmente porque crecieron las plantas y lo ocultan estratégicamente. El día que llegó la barra para colgarse la miré con desánimo pero sin decir una palabra.Bueno... para ser honesta dije unas cuantas palabras. En mi defensa: ninguna fue "altamente ofensiva" y aún busco estrategias para ocultarla.
Luego la magia del orden siguió en el dormitorio de Camilo.
En este proceso participó activamente el niño en cuestión. Por un momento estuve tentada de realizar una operación al estilo misión imposible, de alta estrategia y ultra secreta. Lo cual se traduce en: esperar que vaya a la escuela para hacer una clasificación brutal de juguetes y libros. Pero me ganó la madre del siglo XXI y decidí hacerlo partícipe de la elección. Debo reconocer que fue una buena decisión. Primero discutimos qué íbamos a hacer con los juguetes y la decisión de Camilo fue seleccionarlos en tres pilas:
1- Juguetes rotos.
2- Juguetes y libros para Paulina y Lolo (cosas de bebé, como diría Camilo)
3- Juguetes para donar.
Redujimos el caos de forma sustancial, todo luce más ordenado y Camilo tiene más espacio para jugar. Aunque el orden en el dormitorio de Camilo es efímero. Realmente este niño ama el desorden pero en su caso respeté varios principios de La magia del orden de Marie Kondo:
-Conservar solo lo que te hace feliz.
- Ordenar por categorías.
-Hacerlo todo de una sola vez.
Por supuesto que no me obsesioné con el doblado de las prendas de ropa, ni nada de eso. Sin embargo la cantidad de espacio libre que ganamos en los dormitorios valió la pena.
Si querés saber más de la magia del orden te sigo contando.
Finalmente, llegamos a la cocina, el living y el escritorio. Si te pica la curiosidad de saber cómo estaban antes, vas a tener que esperar. Es una historia que quedará para otro día. Por hoy, fue suficiente anecdotario y ya quiero que me cuentes en los comentarios cuáles son tus trucos para poner orden en la casa.