Su origen se remonta a principios del Siglo XX, concretamente a 1904, cuando se inauguró el metro de Nueva York. Posteriormente se utilizó en otras estaciones de metro como las de Londres, París, Budapest o Madrid, que han contribuido a aumentar su fama.
Comenzó a utilizarse en este tipo de espacios públicos y se creó con la misión de que fuese resistente, fácil de colocar y de limpiar. Imitaba los típicos ladrillos, mismas proporciones y colocación, pero con su aspecto era más actual. Su esmaltado facilitaba también el reflejo de la luz, ya que se disponía en zonas oscuras como son las estaciones subterráneas.
Su creación se debe a los arquitectos neoyorkinos George C. Heins y Chrisopher Grant La Farge, quienes contratados por la empresa de transportes responsable (la IRT) y bajo la supervisión del ingeniero William B. Parsons, se encargaron de diseñar y embellecer las estaciones subterráneas del metro.
Es un azulejo sencillo, de formato rectangular, de 10 x 20 cms aproximadamente, con los cantos biselados. Antiguamente se produjo en color blanco, negro o verde, aunque hoy en día podemos encontrar en el mercado una gran variedad de colores. Su pequeño tamaño le permitía adaptase a las curvas de los túneles y las bóvedas, lo que lo convirtió rápidamente en el material ideal para este tipo de espacios.
Este azulejo ha sido muy utilizado, aunque estos últimos años vemos que ha vuelto a ser tendencia y que es muy frecuente su uso en cocinas y baños, lugares donde es importante la limpieza y donde su brillo le aporta un poco de luz extra, que nunca viene mal en estas estancias. Una pieza icónica en el sector de la cerámica y que seguro va a permanecer en el mundo de la decoración durante muchos años más.
¿Os gusta esta tendencia de azulejos de metro para vuestros hogares?
* vía: pinterest