Quizás no debiéramos hablar del tema que a continuación vamos a abordar, pero ¡qué caray!, ya tenemos una edad y cada día menos vergüenza (entiéndase de la tonta, de,.."no hago o digo algo porque me da vergüenza"). Así que hoy vamos a charlar sobre las posaderas. Una de nosotras las tiene muy bien puestas desde que nació, para gloria de los vaqueros que tan bien le sientan siempre. A la otra su hijo varón le llama "culo gordo", ... muy cariñosamente, eso sí. Menos mal que ahí está su hija para decirle, "mamá, ni caso, qué vas a tener el culo gordo; estás perfecta" (a quién creer...). Lo que está claro es que la cuestión traseros nunca es indiferente para una mujer (ya ni comentamos para los señores, pues eso ocuparía pliegos y pliegos...), y nos recordamos desde adolescentes intentando mantener a raya allí donde la espalda pierde su casto nombre. Sin embargo, y por eso de la edad que comentábamos al principio, como lo tenemos allí atrás y no lo vemos, cada día nos importa menos... Un poco como estos marcos, que se han olvidado del trasero, perdón, la trasera, pero que lucen de maravilla de frente, seguros, y ajenos a lo que se cueza por detrás.
Un marco, un cajón o una caja desfondada (como ha sido nuestro caso)..., pueden transformarse, en un momento, en ligeras estanterías que cambien por completo el aspecto de una pared. ¿No os parece una propuesta decorativa sencilla y encantadora?
Fuente: este post proviene de Retro y con Encanto, donde puedes consultar el contenido original.
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