Se acabó agosto. El mes de las vacaciones, el del ritmo lento, el de las largas siestas, el de las comidas copiosas y descontroladas, el de las fiestas de los pueblos, y el mes que me recuerda que me voy haciendo mayor. Este año, agosto me ha servido para pensar, tomar algunas decisiones, y vivir al máximo la maternidad. Gala ha hecho muchísimos progresos, algunos ya os los iré desgranando en diferentes posts.
No suelo irme de viaje en esta época. Es más, lo evito. Además, la ciudad se queda medio desértica y la disfruto muchísimo. A pesar de quedarme en casa, también he aprovechado para hacer alguna que otra escapada, y como no podía ser de otra forma, me he dejado caer por el Empordà.
En esta ocasión no he repetido en alguno de mis rincones favoritos de la zona y sobre los que he escrito en más de una ocasión en el blog (Cadaqués, Begur, Madremanya y Púbol, Sant Martí d’Empúries o Viladamat) sino que he preferido conocer algo nuevo. Encontrar un destino poco masificado y con alojamiento disponible en estas fechas parecía misión imposible pero la suerte me sonrió. Casa Migdia es un pequeño hotel rural situado en el pueblo de Sant Jordi Desvalls, un lugar perfecto para aquellos que buscan tranquilidad a la vez que estar bien situados para explorar las atracciones turísticas que ofrece la comarca.
El hotel se ubica en una antigua casa de piedra, donde prácticamente todo el mobiliario es recuperado y de estilo vintage. Los suelos hidráulicos se convierten en protagonistas tanto en la zonas comunes como en las habitaciones. Me alojé en La Kika, muy espaciosa y acogedora, con un pequeño patio interior cubierto, el cuál pudimos aprovechar ya que el primer día estuvo diluviando toda la tarde.
El hotel ofrece cenas, con un carácter informal, en el comedor de la casa, donde se sirven platos elaborados por Marie, la propietaria, que es de origen francés. El menú es cerrado e igual para todos los huéspedes. Por otro lado, Casa Migdia es ideal para alojarse con niños. Solo hace falta ver la cantidad de juguetes que hay por todas partes para darse cuenta de que nadie te va a mirar mal porque te presentes con un bebé. Y eso que Gala tuvo una noche de lo más movida. En fin, suerte que las paredes eran gruesas y que hacían más ruido las campanas de la iglesia repicando cada 15 minutos…
Imágenes: Toc Toc Vintage
Esta escapada marcó un antes y un después sobre una cuestión muy importante en mi vida ahora mismo, y sobre la que más adelante escribiré, cuando termine el proceso. Es curioso como a veces, cuando le estás dando vueltas a algo y no acabas de decidirte, un día de repente, haces un ‘click’ y ya lo ves todo más claro. Y en este caso tuvo mucho que ver una conversación con Marie que surgió de forma espontánea (merci beaucoup por tus consejos). Temas profundos aparte, lejos quedan ya esos días de calma en el campo. Sinceramente, tampoco los hecho mucho de menos, porque la verdad, hasta cierto punto tenía ganas de volver a la rutina.
Y a vosotros, ¿como os ha recibido septiembre?