Este neoyorquino hereda un palacete con jardín en el corazón del barrio de Le Marais, que sólo podrá vender cuando Mathilde -Maggie Smith-, una anciana británica de 92 años que vive allí con su hija Chloé -Kristin Scott Thomas-, fallezca.
Esto no entra en los planes de Mathias, cuyas propiedades consisten en su bolsa de viaje y un smartphone que sólo sirve para hacer fotos. “¿Cómo ha llegado a tener 57 años y tan pocas cosas a su nombre?”, le pregunta Mathilde. Ella tiene la vida solucionada hace varias décadas: dispone de los ingresos del viager y de los que obtiene dando clases de inglés. Así paga los honorarios de su médico, que comparte con su hija, y disfruta de marisco fresco, que le proporciona el dueño de un restaurante, y de otros productos de alumnos suyos. En el pasado, tenía una academia que vendió con la condición de que su hija siguiera de profesora… de por vida.
El ingenio es el mejor capital y no todas las personas son capaces de sacarle el mismo partido
La película está llena de secretos que se desvelan en agudos diálogos. Es mordaz, cómica, conmovedora, dramática, sorprendente, y también es la excusa para plantear hasta qué punto tener cubiertas las necesidades básicas puede cambiar nuestro carácter y el ritmo de nuestras vidas.
Mathias -nombre en versión masculina de Mathilde– vive como puede. Arruinado y divorciado tres veces, no tiene más que su ingenio para salir adelante, un capital que poseen todos los profesionales pero que se disfruta de distinta manera ante la perspectiva de tener o no los ingresos asegurados.
A la anciana inquilina esa faceta no le quita el sueño: disfruta de una vida apacible entre sus recuerdos, trabaja por entretenimiento y… para no privarse de las delicias de este mundo mientras pueda. Sólo se lamenta de lo inevitable, del final de su vida, eso sí, sin renunciar un ápice a su vitalidad y flema británicas. “Tengo 90 años, la sutileza no me interesa”, le responde a un Mathias abatido ante la perspectiva que le espera: ha invertido lo único que le quedaba en este viaje a París.
¿Ocurre lo mismo en el ámbito laboral?
Cabe preguntarse si en el ámbito laboral tener asegurado el puesto y el sueldo merman la motivación
Cabe preguntarse si en el ámbito laboral tener asegurado un contrato de por vida, como es el caso de los funcionarios, puede frenar el ingenio y las ganas de trabajar; o si por el contrario, la vocación de servicio público es un aliciente que está por encima de una condición contractual. La falta de estímulos, un mayor sueldo o una carrera con un techo de cristal muy politizado en la cúpula es la excusa de muchos, que optan por reducir su rendimiento hasta el límite que marca la Administración; en otras palabras, hacer lo justo sin ser sancionado.
Volviendo a Mathilde, ella ha encontrado en la vida su principal motivación, ése es su premio. Sin embargo, Mathias sigue buscando ese premio y esa motivación, tanto en el ámbito laboral como en el personal. Quizá la clave, como se descubrirá al final de la película, no reside tanto en vivir para trabajar o trabajar para vivir como en encontrar un sentido a la vida, sin duda el mejor incentivo.
Fuente: http://www.expansion.com
¿Vulnera este post tus derechos? Pincha aquí.
Creado:
