Nada mejor para los meses fríos que llenar los suelos de nuestra casa con el color y la calidez de las alfombras. El invierno es la época del año en la que éstas cobran el protagonismo casi absoluto en la decoración de nuestros salones, dormitorios y cualquier estancia donde puedan ser expuestas de forma vistosa.
Una de las ventajas por las cuales siguen siendo parte importante del hogar es su capacidad para guardar el calor. Los niños son los pricipales beneficiados con la entrada en escena de estas piezas textiles, pues les encanta sentarse sobre ellas, más aún cuando su textura es agradable al tacto. Sin embargo, su uso hoy en día es más motivo de adorno que de abrigo.
Un tejido con historia
Para encontrar los orígenes de este cálido elemento tenemos que remontarnos a los fragmentos hallados en la cuenca del Turquestán, datados entre los siglos II y IV d. C. Los nómadas llevaron consigo las técnicas para su fabricación, extendiendo su uso y producción al este hacia China y al oeste hacia Persia, el Cáucaso y Asia Menor. Cuenta la tradición que nació para sustituir a las pieles de animales que las poblaciones primitivas dedicadas al pastoreo usaban para protegerse del frío.
Si tenemos que definir exactamente lo que es una alfombra, podemos decir que es un tejido que se caracteriza por la combinación de nudos, generalmente homogéneos, alineados y alternados en uno o más hilos de la trama, para constituir una superficie tupida y compacta con los colores y dibujos que se deseen.
Para realizar el anudamiento, es necesario el uso de telares, ya sean verticales u horizontales. Existen diferentes tipos de nudos, como el Ghiordes, el turco, el Senneh o el nudo persa, al igual que encontramos diferentes tipos de hilo, ya que los hay muy populares como la lana, la seda y el algodón, y otros más alternativos como el cáñamo o el yute.
Elijamos nuestra alfombra
A la hora de elegirla debemos tener en cuenta criterios de selección tales como la calidad y la apariencia de la misma. Datos sobre su fabricación, hilado y colorido o estampación también son buenos elementos de juicio para nuestra decisión final. La búsqueda de nuestra alfombra ideal se basará en una relación calidad-precio excelente y justa, además de contar con un adecuado diseño dependiendo de la estancia donde ésta vaya a ser ubicada.
Si nuestro objetivo es hallar una alfombra para la casa, seguramente nos decantaremos bien por una de estilo clásico, bien por una vanguardista; miraremos más su apariencia externa, su color y su textura. Si, por el contrario, lo que buscamos es una pieza para un despacho o algo de cáracter profesional, nos fijaremos en su resistencia y en la facilidad de mantenimiento y conservación.
El suelo se llena de colores
Una de las características de más peso para nuestra decisión final será el tono, pues es un punto muy importante: el conjunto entre la decoración general de las habitaciones y las alfombras debe ser armonioso. La luminosidad dentro de las estancias es un elemento fundamental.
Si la luz es baja nos decantaremos por el beige, el amarillo o el verde claro, puesto que los colores claros crean un efecto óptico de amplitud dentro de salones y estancias muy frecuentadas. Además, las tonalidades tenues hacen que se noten menos las huellas de pisadas. Los estampados fríos y oscuros dan a la estancia un toque acogedor, ocultan las manchas y son recomendables para dormitorios y pasillos.
?Cúal es el tejido ideal?
Si antes se elaboraban a mano o con telares más o menos rudimentarios, ahora contamos con máquinas muy modernas, por lo que su producción actual es abundante y surtida. Dentro de la tipología general, encontramos las de pelo cortado, que presentan un tacto suave y son ideales para la mayoría de los ambientes. Son de gran belleza y, si tuvieramos que ubicar una alfombra de este tipo, la estancia elegida sería el salón o el comedor.
Un segundo tipo son las alfombras de boucle, muy elegantes y cálidas y el complemento perfecto para una casa elegante que quiera diferenciarse a través de un textil de aire artesanal. Las fibras también llevan empleándose hace tiempo. Dentro de ellas, encontramos el nylon, de gran calidad, precio y resistencia e ideal para lugares de gran tránsito; el polipropileno u oleofina, fácil de mantener y de color difícilemente alterable; y por último, el poliester, muy económico y resistente a las manchas.
Alfombras como nuevas
Mantener una serie de pequeños hábitos, como pasar la aspiradora diariamente, puede alargar considerablemente la vida de nuestras alfombras. Para prevenir la aparición de manchas, basta con la colocación de felpudos a la entrada de nuestro lugar de residencia o de trabajo. De ese modo, el barro, la humedad o la suciedad acumulada en la suela de nuestros zapatos no pasará del umbral de la puerta. Si el daño ya está hecho, lo mejor es actuar con rapidez, puesto que cuanto más tiempo se le permita a la macha filtrarse, más díficil será luego su eliminación.
Hay que lavar en profundidad estos tejidos al menos una vez al año. Sin embargo, la frecuencia también dependerá de si, por ejemplo, tenemos niños o animales de compañía en casa o si dejamos las alfombras puestas durante todo el año en determinadas estancias.
Existen tintorerías donde se llevan a cabo limpiezas en seco, pueden asesorarnos y actuar con remedios urgentes ante los desastres inesperados. Hay otro método más tradicional que trata los tejidos con vapor de detergente. En el caso de las alfombras colocadas en oficinas y en ambientes de mucho tránsito, es recomendable aumentar el número de visitas a la tintorería hasta tres o cuatro veces al año.
Mantenimiento doméstico
También podemos optar por la limpieza casera. Primero, limpiaremos las sustancias sólidas o semi-sólidas con una espátula sin filo o una cuchara, nunca con un cuchillo, ya que el filo puede dañar la fibra. Cuando se derrame líquido, debemos reaccionar rápido y absorber con una toalla la mayor cantidad posible antes de que se filtre en el tejido.
Especial cuidado hay que tener con la aparición de polillas. Igualmente, es importante alejar los maceteros, puesto que la humedad excesiva pudre los tejidos de algodón. El verano es una buena época para lavar nuestra alfombra: recuerda usar un jabón neutro y no dejes tu alfombra tendida a la intemperie más de tres días.