Como una explosión de color se desdibuja esta vivienda, un tanto peculiar por su mezcla incesante de elementos y objetos que visten sus paredes como si de un museo de arte contemporáneo se tratara. No existen límites entre lo apto y lo no apto para el hogar, tan solo un derroche de alegría y de multiculturalismo que nos hace observarlo todo con detenimiento y una sensación de estar en mil lugares a la vez. Lo que más nos gusta, sin duda, es ese aire fresco que denota una sensibilidad especial: las sillas típicas de heladería combinadas con una mesa pintada en azul turquesa y con sobre de madera, mucho mobiliario retro y unos textiles llamativos que nos acercan a nuestra África querida.