El viernes, tras publicar el post y salir a tomarme una cervecita, que acabaron siendo unas cuantas en realidad :-), nos topamos con una nueva tienda. Entramos a cotillear y nos recibieron sus encantadores dueños, nos regalaron una visita como el mejor de los guías turísticos. Me dio vergüenza sacar el móvil para hacer fotos, no sólo los productos llamaban la atención, también su disposición, la decoración,… daba ganas de llevárselo todo. Muy buena pinta las cosas de comer, pero no nos vamos a engañar, mi marido se fue directo a la sección de cervezas y yo a los vinos (tengo que probar una pareja tintos que se hace llamar “El optimista” y “El pesimista”, me parecieron geniales) y por qué no, un cava que venía decorado con pajarita y todo.
Me enrollo demasiado, tanta historia para contaros que aunque no soy una gran entendida, disfruto mucho del buen vino. Próximamente me voy a Haro (la Rioja) a disfrutar de una de esas estancias con derecho a tour por una bodega y cata. No será en la Finca Arandinos, fruto del post de hoy (ya quisiera yo) y también situada en la Rioja, aunque el concepto de viaje sí es el mismo.
Esta finca unifica un precioso hotel, bodega, restaurante y spa, donde se puede disfrutar de múltiples experiencias en torno al vino. Ah! no me olvido de que este blog es sobre decoración, os diré que su arquitectura es obra Javier Arizcuren y que en los interiores podemos encontrar diseños de David Delfín y AKA Estudio.
¡Cuánta riqueza hay en España y cuántos sitios por descubrir!
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