Desde que me regalaron la reflex hace un año, mi afición por la fotografía va ganando la partida a otras, y todavía más, desde que sus Majestades me regalaron un nuevo objetivo ¡yupi!.
Me gusta tanto, que quería tenerla a la vista. Ya tenía el trípode montado en mi estudio, y quería que mi Nikon ocupara también un buen lugar, pero como no quería que cogiera polvo, la tenía siempre metidita en su funda (fea, fea, grrr...)
Pensando alguna solución, se me ocurrió que si encontrase una vitrina pequeña, podría ponerla encima del escritorio. Y buscando en varias tiendas algo similar, caí en el invernadero Socker de Ikea, que tanto me gusta. Más práctico, barato y decorativo, ¡imposible!.
El viernes pasado, aprovechando que las peques y yo teníamos fiesta en nuestra ciudad, nos fuimos a Ikea. Nunca habían venido conmigo siendo mayores. De bebés les había llevado alguna vez, pero como hasta ahora no eran muy de tiendas, me parecía que llevarlas era pasar una mala tarde ellas y yo.
Sin embargo, esta vez me sorprendieron, se nota muchísimo que han crecido, me ayudaron, dieron su opinión de las cosas que necesitábamos, la sección de papelería les encantó... ¡en fin! ¡que disfrutamos las tres! y me traje mi invernadero para casa.
Y ¡et voilà!, a mí me ha encantado el resultado. Y no solo me cabe la reflex (la de las fotos es mi antigua Canon de carrete a la que tengo mucho cariño, la reflex estaba ocupada, je, je) , también los objetivos y algún elemento decorativo.
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