Hasta que vinimos a vivir a Francia, el té era algo que no me llamaba demasiado la atención. Era algo que tomaban las abuelas con frecuencia, al menos la mía, y que no despertaba en mi el menor interés. Son de esas cosas que piensas que harás "cuando seas mayor". Años más tarde, me encuentro aquí sentada con mi taza de té, escribiendo un blog y sin cumplir los 30...
Pero el té llega a tu vida, y ya no lo puedes dejar. Eso si, es muy importante tener una persona que te ayude a iniciarte en este mundo. Yo tuve una buena maestra, la mejor! una amiga parisina que vivió durante años en Inglaterra y es toda una experta en este mundillo. Tanta afición y horas trabajando juntas, hicieron que se me contagiara un poco este amor por el té. Ahora entro en las tiendas de té, he dejado de comprar el de bolsitas, y empiezo a distinguir los distintos aromas y a tener criterio propio.
Así que si tenéis oportunidad de ir a París, ir uno de sus salones y probad, ya me diréis!
Y recordad que un buen otoño no es otoño sin té, bueno sin thé :)