El olor a las piedras que visten las paredes de las casas de los pueblos. Un pasado que huele a eternidad.
El olor a limones. Uno es suficiente. Creo sinceramente que si el sol huele a algo, es a ellos.
El olor de un vestido que el aire ha despeinado. Que respira conmigo.
El olor de unas manos que se han dejado acariciar por un jabón artesanal.
El olor de una tímida lluvia que no se impone, que no para el tiempo. Que no cancela una cita.
El olor de un rincón a la sombra. Un regalo que sabe a verano. Un instante envuelto en una tarde de mayo.
El olor de un café que encuentras de repente, que se cruza en tu camino casualmente. O causalmente.
El olor de un momento en el que te regalan un ramo de flores. Ese olor, justo ese, nunca se marchita.
¿Qué olores te quedas tú?
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Carla Ten Eyck
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¡Feliz miércoles!