Sentirte cómodo con tu espacio, crear un hogar



Hace unas semanas, regresé de Colombia de ese viaje cortito de trabajo en el que le llegué de sorpresa a toda mi familia, así como ellos habían hecho conmigo un par de semanas antes (puedes leer sobre todo eso aquí). Llegué un jueves en la tarde, cansadísima por el trabajo de la semana, el trámite eterno y estresante del aeropuerto, la madrugada… pero en el avión había pensado mucho. Verás, Camilo, mi amigo más cercano con el que me escribo cartas de papel ahora que vivo en México, y que fue la única persona a la que le había dicho que iba, me había entregado la siguiente carta de nuestra correspondencia. En persona, porque así se tardaba menos y pues nos estábamos viendo. Ya le respondería yo por escrito, por correo, un par de semanas después.

Con dos versiones de carta. La primera, lo que escribí en el avión. La segunda, de cómo puse en práctica lentamente lo que le escribí en el avión. ¿A qué viene todo este cuento?

A vivir cómodo y apropiarte de tu espacio, vivas donde vivas. Para mí, eso quiso decir hacer un esfuerzo todavía más grande por ordenar el elefante de la casa, la biblioteca donde se ha acumulado basura desde que Jair y Fer llegaron hace más de cinco años. Tardé un año en dar el paso de meterme a organizarla, al principio porque no quería ser demasiado entrometida, después porque entre ellos y algunos amigos se rieron de mis intensiones y dijeron que era imposible. Esa biblioteca espantosa era un monstruo imposible de domar y la principal razón por la que no quise invitar a mis papás a la casa, cuando vinieron de sorpresa en diciembre.

Pero estaba decidida. De hecho, había comenzado antes de salir a Colombia, pero regresé con la intención y la energía renovadas para lidiar con los papeles, la basura y el desorden en general. Tenía un plan. Que incluía también el desorden del cuarto, que se había acumulado en mi esquina por una mezcla entre falta de espacio y miedo a llevar mis cosas más allá de la puerta de nuestro espacio. Algunos amigos (en especial una) se han caracterizado por desaparecer cosas y regresarlas meses después como si todo hubiera sido una enorme casualidad. No que me lo crea.

Pero Jaír dijo, antes de irse a la playa, que esta era también mi casa y quería que me sintiera como si lo fuera, y un primer paso sería sentirme segura. Segura como para sacar mis libros y libretas del cuarto y ponerlos en el lugar de la casa más apropiado para libros y libretas: la biblioteca elefante horrible llena de basura. Si lograba organizarla primero.

Entonces llegué con esa intención y, aunque no le di toda la explicación con el detalle a Fer, de alguna forma terminamos en Home Depot buscando algunas cajas para organizar las herramientas y cosas de bicicletas que estaban regadas en varios de los estantes. ¿Porque de qué sirve una biblioteca si no puedes dejar ahí una cadena vieja de bicicleta? Del pasillo de cosas para organizar la casa pasamos al de las maderas. Fer tenía la idea de hacer, por fin, los estantes que me había prometido para mi esquina del cuarto el agosto pasado y que, en enero del año siguiente, todavía no existían. Los estantes se transformaron lentamente en un mueble para organizar la ropa y los zapatos y al día siguiente, cuando tuvimos las medidas y la idea clara, volvimos temprano para comprar tablas, que nos las cortaran de acuerdo con ciertas medidas, para regresar a armar un mueble.

Mueble DIY


Este mueble.

Con Fer hablábamos esta tarde de lo bonito que es hacer tus propios muebles. Son cosas que puedes comprar ya hechas, listas y más o menos bonitas, según tu presupuesto. Pero cuando mides, eliges la madera, la lijas, la cortas (o pides que te la corten, si no tienes una sierra en la casa)… Cuando aprender a usar un taladro porque promete que si lo haces vas a terminar con un mueble, tiene un sentido muy distinto. Cuando llevas al cuarto ese mueble que hiciste con tus manos, de acuerdo con tu espacio, tus necesidades, tu gusto y tu presupuesto, tiene un significado muy distinto a llevar un mueble y ya.

Es un acto mucho más consciente.

Y de eso se trata, en realidad. De estar consciente de tu espacio, de sentirte cómodo con donde y como vives. De, aún cuando sabes que es un lugar temporal o no, puedes llamarlo hogar. Yo llevo un año viviendo en este depa, como bien dijo el señor de migración cuando revisó mis entradas y salidas de México. Sin embargo, hasta ahora, el departamento de Fer y Jaír solo ha sido eso. El departamento de ellos. ¿Yo? No, no lo siento mío. Es el lugar donde cosas desaparecen, donde llego y nunca sé quién va a estar y donde hay siempre cierta probabilidad de que esa mantequilla con la que pretendía hacer galletas ya no exista porque algún amigo de alguno de ellos la quiso.

Cami mencionaba en su carta que a veces pensaba que me había apresurado a venir a vivir aquí y que de vez en cuando sentía que yo estaba triste y no sabía si había sido la mejor decisión. Yo creo que lo fue, porque la mejor decisión es estar con Fer, así sea con Fer y la biblioteca elefante horrible y la gente que usa el depa de lavandería pública. Pero con Fer, en todo caso. En eso está la buena decisión y la razón para aguantar el resto. Que estamos juntos y eso es lo que más tiene sentido en mi vida ahora.

Sin embargo, después de un año, creo que lo correcto es ser un poco más proactiva y no solo aguantar sino buscar formas de convertir a este depa en el depa de Jaír y Fer… y Ade y Oliver (el hermano de Jaír, que también llegó este año). Sentirme cómoda como para poner mi música más fuerte. Como para organizar esa biblioteca. Para, ojalá, llegar a hacer yoga otra vez. Intentar hacer mis propias cosas para no echarme tanto químicos encima (hoy empecé con un desmaquillante, a ver qué tal sale). Cocinar con gusto e inspiración y no solo por obligación… lo que es difícil en una cocina llena de trastes sucios que no sabes quién dejó ahí ni cuándo.

Entre el mueble que hicimos Fer y yo, la biblioteca que organizamos, es un comienzo. Ademas, el mueble quedó súper funcional y bonito. Puedo poner el humidificador que me dio de no-Navidad, mi plantita que creció mucho más allá de lo que la maceta le permitía (hasta que la cambié a una más grande), unas velas y el joyero. La ropa. Los zapatos. Pero más allá de eso, creo que va a lo que significa.

Mueble hecho en casa


Canastos para la ropa

A crear cosas juntos. A hacer que el depa sea nuestra casa, nuestro hogar, así sea por unos meses o un par de años. Haciéndolo con ensayo y error, equivocándonos como cuando la tabla unida terminó siendo justo la de arriba, la que más se ve de todo el mueble. Pero está bien, porque al menos hicimos el mueble, y cuando vayamos a hacer otro, la tabla unida (si la hay) va a estar en medio, donde no se ve tanto, porque ya aprendimos.

De lo único que me arrepiento de organizar la biblioteca elefante horrible es de no haberle tomado una foto al antes para tenerla de recuerdo.

Fuente: este post proviene de Atole y té, donde puedes consultar el contenido original.
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