El otro día comentábamos lo que conseguía desestabilizarnos un mal gesto o un comentario desafortunado de alguien conocido o con el que convivimos, casi a diario, por circunstancias diversas... Lo difícil que nos resultaba abstraernos y que no nos afectara... Sobre todo nos llamaba la atención que, a pesar de la edad que vamos cumpliendo, todavía esas situaciones nos siguieran "torturando", como si fuéramos adolescentes aprendiendo a lidiar con nuestras emociones. Y aunque sabemos la teoría, ¡qué trabajito nos cuesta ponerlo en práctica! Si recibimos la desaprobación o el menosprecio puntual de alguien, y tenemos la conciencia tranquila con nuestra actuación, deberíamos saber pasar página sin dedicarle un minuto más de la cuenta de nuestro tiempo, ¿verdad? Pues en ese aprendizaje estamos, y algo que nos ayuda bastante cuando estamos en plena crisis, es pensar en nuestros afectos; nos da paz y seguridad. También tratar de vivir el momento presente; nos ayuda a concentrarnos en lo que hacemos sin divagar mentalmente. Y por supuesto, aprender cada día a querernos un poquito más; aumenta nuestra autoestima y, sin creernos por encima de nadie, nos enseña a mirar de frente sin dejarnos pisotear... En definitiva, encontrar nuestro centro, ese en el que hallemos paz y armonía y la fuerza necesaria para afrontar los embates de la vida, dedicándoles el tiempo justo... Y hablando del centro, hoy lo queremos trasladar, decorativamente, al que ocupan las mesas de café que solemos situar delante del sofá... En las dos siguientes fotos tenéis las nuestras, ambas rectangulares, y posiblemente uno de los muebles al que le demos más uso a diario...
¡Cuánto tiempo sin publicar por aquí! Lo cierto es que no estamos muy activas por redes últimamente, pero nos resistimos a irnos, eso seguro... El motivo de esta publicación es enseñaros el cambio que ...
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