En el año 711 se inicia la invasión musulmana, inaugurando una época de grandes cambios en todos los ámbitos: arte, arquitectura, costumbres, etc. Con el nombre de Al-Andalus, que significa en árabe tierra de vándalos, se recuerda una etapa de la historia de España que concluyó con la caída del reino de Granada en el año 1492.
Al-Andalus se componía de ciudades florecientes, con una importante actividad comercial y cultural, que cambiaron poco a poco una forma de entender la vida. Esto se ve reflejado en los numerosos monumentos y restos arqueológicos que nos hablan de una época en la que el mundo del Islam se extendía hacia Occidente. Hoy en día, continuamos usando sus artes decorativas para dar ese ambiente distinto y morisco que tanto gusta y atrae.
Técnicas y materiales al servicio de la decoración
Monumentos, viviendas, palacios y demás construcciones islámicas se caracterizan por su embellecimiento y adorno más que por la arquitectura que las sustenta, lo que ha convertido a esta corriente en una forma de vida más que en un simple estilo.
Uno de los materiales más utilizados es el barro, empleado en todos los ámbitos que envuelve esta expresión. Se trata de un elemento fácil de modelar y manejar, lo que permite a los artistas diseñar miles de formas. También distinguimos en la mayoría de la decoración, el empleo de la valiosa azulejería y cerámica, que utiliza los tonos verdes y azules en muchísimas composiciones. Un legado importantísimo que permanece aún en nuestros días.
El Islam, amor incondicional a Dios
La religión islámica se manifiesta a través de un culto sin imágenes y una sumisión total a su único Dios: Alá. Este hecho influyó en gran medida en el arte musulmán, algo que observamos a simple vista en los edificios, tanto religiosos como civiles. El ritual islámico dio lugar a dos tipologías constructivas de carácter religioso: la mezquita, recinto donde la comunidad se reúne para orar, caracterizado por ser un espacio diáfano, y la escuela o "madrasa", una construcción dedicada a la enseñanza del Corán.
Los motivos florale, son muy usados en todas las creaciones, dado que su fin es evitar el desarrollo de formas fieles a la realidad, algo que la religión islámica considera como una ofensa hacia Dios. La geometría es muy importante en el arte árabe. A través de ella pretenden representar la indivisibilidad de Dios. Además, destaca la escritura árabe por su gran trascendencia, ya que tiene una doble función: ornamental e iconográfica.
Las inscripciones vienen a ser lo que para los católicos son las tallas de las iglesias; es decir, son sus propios iconos religiosos. El contenido de las mismas es variado: versículos del Corán, mensajes piadosos, textos poéticos, etc. Al igual que se lleva a cabo la estilización de las formas, la escritura se emplea para no representar escenas sagradas.
El agua y la simetría
Es esencial la utilización del agua, por ello es habitual ver fuentes en los patios de las casas, mezquitas y palacios como en la Alhambra de Granada o la Mezquita de Córdoba. También es frecuente contemplar una impresionante combinación de plantas, que incluso pueden llegar a esconder una construcción o elementos de esta. Fuentes y estanques, unidos a una impresionante vegetación, son una buena opción si disponemos de un amplio jardín. El transcurrir del agua junto con los deliciosos olores que desprenden los almendros y los naranjos, crearán una atmósfera de paz.
Este movimiento se llena de elementos caligráficos y geométricos, pero también de motivos florales de gran belleza y lograda estilización que consiguen transportarnos a un mundo armonioso. La repetición unida a la simetría, consigue un efecto de equilibrio y unidad. Las superficies decoradas se extienden por toda la construcción y, en ocasiones, incluso llegan a ocultarla. Este hecho se conoce como horror vacui y se caracteriza por el miedo al vacío, por lo que la decoración árabe se despliega generosamente por el edificio para no dejar libre ni un solo espacio.
Si optamos por trasladar a nuestro hogar este estilo, le daremos un aire diferente y especial a cada rincón. Lámparas de piel, faroles forjados, telas vaporosas de tonos rojos y rosas, alfombras de lana o algodón con dibujos geométricos, mesas y sillas de forja, azulejos, molduras de escayola, arcos apuntados o vasijas de barro crearán ese ambiente espiritual morisco que buscamos.