El funcionalismo entendido como un principio estético que emana del movimiento racionalista, se trata de un diseño funcional que atiende a las formas sencillas, a los colores puros y al rechazo a lo superfluo. Holanda vivió su particular revolución funcionalista tras la Primera Guerra Mundial, cuando dos iniciativas pretendían cambiar el mundo sirviéndose de la arquitectura. Por un lado, la Escuela de Amsterdam, de marcado carácter expresionista, reaccionó contra el racionalismo de Berlage introduciendo elementos exuberantes al lema del "reposo de la forma". Por otro lado, el movimiento De Stijl, con una estética más minimalista, aplicó la abstracción geométrica al diseño, destacando la figura de Rietveld, que con su Silla Roja y Azul abrió el camino de los funcionalistas posteriores.
El comienzo de lo estándar
El mayor representante del funcionalismo sería Gispen, un fabricante enamorado de la vanguardia que aprovechó los sistemas mecánicos aplicados a la producción, para fabricar muebles estandarizados que abandonaban progresivamente la herencia artesanal. Su relación con la Bauhaus y su amistad con algunos de los arquitectos más prestigiosos del momento son aspectos palpables dentro de la particular filosofía que destilan sus "objetos sin adorno", en la línea de los hogares modernos.
Los muebles de Gispen causaron furor. Fue pionero en la producción de sillas sin patas traseras en las que el tubo de acero era omnipresente y donde la resistencia y la calidad son los valores más apreciados de su catálogo. No en vano, este investigador afirmaba que era "mejor un producto final más caro, pero también más sólido y duradero". Amante de la sencillez, este diseñador industrial ha conseguido introducir en los hogares contemporáneos clásicos que nunca pasarán de moda.
La ergonomía y el confort se aúnan en todos sus muebles, cada uno de ellos encaminado a cumplir una función concreta. El empleo de armazones soldados en vez de atornillados confiere una alta firmeza, al tiempo que los cromados y tapizados aportan a los sofás, sillas y butacas un personalidad única.
Algunas de las señas de identidad con las que Gispen ha sentado cátedra son los largos apoyabrazos estilizados, las largas costuras longitudinales en el respaldo, el uso de muelles para la suspensión o la utilización de materiales de extraordinaria calidad, como la baquelita de los apoyabrazos o el linóleo y la pana de Manchester para el tapizado.
Recuperando al genio
La esencia de Gispen sigue de plena actualidad gracias al empeño de Dutch Originals, cuyas colecciones producidas bajo licencia, han logrado recuperar el gusto por los muebles bien hechos donde lo bello y lo útil se armonizan gracias a geometrías perfectas.
La compañía holandesa comercializa piezas diferenciadas por géneros. Por un lado, tenemos estas butacas sin patas traseras, que pueden resultar fantásticas para un dormitorio femenino como para un sobrio despacho.
La "Gispen 401" es la auténtica butaca para fumadores. Su asiento relativamente bajo y su respaldo reclinable fueron concebidos en el pasado para disfrutar del tabaco. Pero si lo que buscas es un buen sofá, el modelo "Gispen AD" hará las delicias de todo aquellos que tengan la oportunidad de sentarse en él, además inundarás tu salón con un aire cubista.
La tumbona de cubierta "Gispen 404" nació en la década de los 30 con el fin de ocupar la cubierta de los transbordadores que unían Holanda y Estados Unidos. Su armazón de acero inoxidable y su ratán elástico trenzado resisten las inclemencias del tiempo, resultando ideales para completar los exteriores de la vivienda. Elígelos en color natural, blanco o gris marengo, y si quieres beneficiarte de un almohadón suave, decántate por la variante provista de apoyo para la cabeza.
Pero Gispen también creó espejos, mesas, percheros y mucho más. Uno de los aspectos menos conocidos de este arquitecto, fueron sus importantes estudios sobre iluminación orientada al uso doméstico. Su búsqueda constante de la optimización, le llevó a afirmar que cada lugar exigía una lámpara específica.