El título del post de hoy debería ser “la magia de las redes sociales“, os explico… Ayer cené con un amigo del colegio al que no veía desde que terminamos 17 años. Fuimos de los pocos que empezamos con 2 años en el mismo colegio hasta terminar la etapa escolar, nuestra infancia y juventud la pasamos juntos. Hace ya bastantes años nos encontramos por Facebook, como con tantos otros amigos del colegio, universidad, mi año en USA y los distintos trabajos que he tenido a lo largo de mi vida.
Hablar a través de las redes sociales se hace tan fácil que toda vergüenza se disipa, al menos a mí me pasa, me siento cómoda tras la pantalla del ordenador porque aunque muchos se empeñen en decir que soy extrovertida, en realidad soy tímida sólo que hablo como un toro desbocado para que no se me note :-)
Confieso que la idea de quedar con alguien después de 27 años exactamente, me generaba un poco de nerviosismo. Por mucho que en su día David y yo éramos muy amigos, todos evolucionamos, así que la inquietud estaba ahí. La realidad es que se acabó disipando al minuto cero, fue como si le hubiera visto antes de ayer. Eso sí, frases como ¡parece mentira! ¡qué fuerte! ¡no has cambiado!,… se repetían cada diez minutos. Ya tengo ganas de repetir, intentar en una cena ponerte al día de lo que ha sucedido en tu vida durante casi treinta años es harto complicado.
Me hubiera encantado recordar el nombre del restaurante donde me llevó a cenar, ¡imposible ante esas circunstancias de máxima emoción!, he mirado incluso en Google Maps a ver si lo veía (el chip de la orientación no me lo pusieron al nacer), pero no ha habido manera, ya se lo preguntaré porque la decoración (además de la comida) merecía la pena.
A cambio os traigo otro proyecto de la empresa IQOSA que también he conocido gracias a las redes sociales. Comenzaron a seguirme hace unos días a través de Instagram y me encantaron sus trabajos. Los residenciales son verdaderamente bonitos, pero como hoy tenía en mente el restaurante de ayer, he preferido enseñaros el proyecto de este glamuroso Candy Bar.
Me encanta el punto de sofisticación que aporta el metal dorado con la frescura del mobiliario, los colores empleados, las tapicerías y esa maravillosa terraza llena de plantas donde bien podría ponerme al día, cervecita en mano, de esos 30 años que han pasado desde que vi a mi amigo…
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