Hoy quería rescatar un post muy especial para mí. Han pasado ya tres años desde que fuimos a Laponia, podría afirmar que junto a mi luna de miel en Isla Mauricio, han sido los mejores viajes de mi vida.
Ayer me lié a rebuscar entre la ropa que compré para aquel viaje porque sin duda este fin de semana, lo vamos a necesitar. No es que me vaya a esquiar ni nada por el estilo, me voy a mi pueblo, a comer calçots en el monte con una previsión de grandes nevadas y sensación térmica de unos siete grados bajo cero.
Esto que para nosotros es ya tradición, siempre había transcurrido con más o menos buen tiempo a pesar de que hablamos de Soria, a 1.200 metros de altitud y que estamos en febrero. Hasta ahora parecía como si cada año hubiéramos hecho un pacto con la AEMET para que luciera el sol y la comilona se desarrollaba con normalidad. Sólo recuerdo un año que lo hicimos con nieve (aunque hacía sol), aprovechamos que había cuajado para incrustar los botellines de cerveza en ella, aquel año no necesitamos las neveras :-) todo muy “eco”. Por entonces no teníamos niños, así que aún con frío sólo teníamos que disfrutar, esperemos que mañana los más de veinte niños que hay pertrechados como cebollas, no se nos congelen en el monte. Supongo que todo esto os suena un poco friki, pero nosotros somos así, nos gusta la montaña, nuestro pueblo y nuestras tradiciones, con frío o con calor.
Os dejo con el recuerdo de aquel viaje y ya os contaré el lunes qué tal nos fue nuestra aventura de montaña…
¡Feliz fin de semana!
Post original: 1 abril de 2013. Mi viaje a Laponia
Tal y como os prometí la semana pasada, y saltándome la temática de mi blog, os voy a enseñar una pequeña parte de mi viaje a Laponia, sin duda una de las experiencias más bonitas de mi vida. Lo más difícil es transmitir las sensaciones, perdonad si no estoy a la altura, pero creo que por mucho que os describa las situaciones es una experiencia que hay que vivir y sentir.
Para hacerlo fácil os iré contando a través de las imágenes, no son todas pero supongo que os haréis una idea general. Así que aquí empieza el viaje…
Un primer contacto con nuestro destino Rukan Salonki Chalets
Mis hijas en la puerta de nuestra cabaña.
Pertrechados con el atuendo adecuado salimos a disfrutar de la nieve
Nuestra primera actividad, pesca en un lago helado. La dura tarea de taladrar el hielo se la dejé a mi marido…
Mi hija pequeña se afana en pescar…
La mayor también…
Pero es Sami, el experto pescador el que con redes, se lleva todo el pescado.
Tras la pesca, juegos de curling y karts sobre hielo. Mi marido quedó segundo, ahí le podéis ver flamante en el pódium.
De vuelta a las cabañas, a cenar (en trineo que llegamos antes).
Este “pequeño muñeco de nieve” te da la bienvenida a la entrada del restaurante.
El segundo día, Susi nos explica cómo llevar un trineo tirado por perros husky. Este hombre ha conseguido poco a poco llegar a tener una granja con más de 200 perros perfectamente entrenados, un esfuerzo digno de elogio.
Como experiencia, la mejor, sensación de libertad plena. Ahora, no es sencillo, hay que estar bastante concentrado e impresiona la fuerza de estos animales que lo único que quieren es correr, mantenerlos frenados es harto complicado.
Ahí están los perros alineados y esperando para correr. Obviamente y por motivos de seguridad, no hay imágenes conduciendo estos trineos.
El merecido abrazo a los perros vino después, hicieron un gran trabajo…
Y llegamos a lo más esperado por los niños. Visitamos la casa de vacaciones de Papa Noel (Joulupukki en finlandés), este pobre anciano de 300 años (mi hija le preguntó la edad) y su mujer no podían esperar que una sentimental como yo, se lanzara a sus brazos (algo que debe ser bastante típico en los niños pero no tanto en los padres, creo que me salió mi vena infantil).
Los cuatro con Joulupukki
Un detalle de esta granja del siglo XVIII, el precioso horno donde los niños tostaron las galletas que hicieron con Papá y Mamá Noel.
Papá Noel ayuda a Alex a amasar con el rodillo…
Marta se llena de harina demostrando su buen hacer…
De vuelta a nuestra cabaña, un poco de descanso antes de ir a cenar. Y unas pocas fotos para enseñaros qué maravilla de sitio.
El salón…
La cocina…
Para dejar la ropa y botas de nieve.
Al día siguiente nos preparan para llevar motos de nieve.
Conduje y volví sana y salva…
Los niños son arrastrados por las motos en estos trineos, bien calentitos con sus mantas.
Con las motos llegamos a una granja de renos y montamos en trineos tirados por estos simpáticos animales.
El descanso de los “guerreros”. Nos daban de comer casi cada dos horas, hambre lo que se dice hambre, no hemos pasado.
Y por la tarde, esquí nórdico (o lo que es lo mismo esquí de fondo).
Ayer por la mañana, aprovechado las últimas horas, nos tiramos por las rampas de nieve…
Visitamos la casa de hielo…
Últimas horas de juego.
Ah! aunque no lo he puesto hicimos algo más, había que probarlo todo, sauna finlandesa y posterior revolcón en la nieve. Comprenderéis que este documento gráfico no os lo muestre por privacidad.
Y hasta aquí esta experiencia única que difícilmente podré repetir pero que quedará grabada en mi mente para siempre.
¡Hasta siempre Laponia!
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