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Cuando me mudé a mi actual casa tenía claro que adaptarme al color de sus paredes se convertiría en todo un desafío. Ninguna es blanca!! Todas las estancias tienen colores pasteles y gris, diferentes tonos cálidos que contrastan con techos blancos y grandes molduras de estilo victoriano. Me cuesta mucho poder visualizar la decoración en ambientes sin paredes blancas, de hecho aún no he colgado nada, sólo un par de cuadritos en los cuartos de los niños.
Si bien aún sigo mirando con recelo esta paleta de colores que ha complicado mis esquemas, a medida que vamos conviviendo comienzo a encontrar la forma de entendernos.
Lo bueno es que por obligación de las circunstancias estoy en plena apertura mental cromática, explorando nuevos colores para incorporar en mi casa y agregando a una larga lista cantidad de objetos que forman parte de un Operativo Chalkpaint que espero pronto comenzar.
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Buceando por Pinterest me detuve en un color que me transportó a una de las etapas más entrañables de mi vida.
Recordé la mesa mint que tenían mis abuelos en la cocina, con patas de hierro que en unas de esas tantas manos de pintura habían quedado de color amarillo pastel. Esa mesa era enorme, o a mí así me parecía, estaba en el centro de la cocina y mi abuela la usaba para amasar. Abajo me escondía con mis hermanos y alrededor corríamos mientras llegaba la hora de comer.
Como una preciosa señal volví a conectar con este color y sin dudarlo, decidí incluirlo de alguna manera en mi casa. Ahora siento que tiene que estar.
El color mint es muy bonito, puede adaptarse a diferentes estilos dependiendo de cómo lo incorpores en tu decoración, y más allá de ser tendencia, ha llegado a mi vida por la puerta grande.
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Puedes pintar objetos y muebles y convertirlos en estrellas de los ambientes..
(1, 2)
(1,2,3)
Incorporar textiles mint y darle a tu casa un toque de frescura.
(1,2,3)
Y si quieres darte un capricho..
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Ya sabes de qué color puede ser!!
Gracias por leerme!
Mica