Para los que no sepáis qué es, un TIÓ es una tradición catalana que consiste en dar golpes mientras se cantan unas canciones a un tronco de navidad que después caga regalos a los niños la noche de navidad. Explicado así suena ridículo, pero la verdad es que es una tradición muy querida y vivida por los más pequeños de la casas.
Cuando llegas, justo en la caseta de información ofrecen un mapa a todos los niñ@s con los puntos dónde pueden ir encontrando todos los tions escondidos y un listado con los nombres.
En nuestro caso, el primer año que tuvimos tió lo fuimos a buscar a la montaña. Ya que también lo puedes comprar en una feria de navidad o irlo a buscar al trastero. Ahí ya el aliño que cada familia quiera poner. Nuestro tío desde el primer año que lo encontramos, ha estado en casa. No en el comedor por supuesto, pero algunos años lo hemos guardado en el trastero y cuando Valentina ha bajado a por la bici o lo que sea, lo ha visto. Del mismo modo que ve los adornos de navidad guardados o la ropa de verano cuando es invierno.
No fue hasta ayer que de la emoción de tanto tió junto, nos dijo ¿¿por qué no podemos nuestro tió en el comedor?? Y ya está. A partir de aquí, ella le puso la manta, el plato y las pelas de mandarina. Es decir, todo el ritual, paso a paso sin dejarse nada. Al final, de eso se trata las tradiciones.
Lo cierto es que a medida que han ido pasando los años nos hemos ido forjando nuestra idea de la navidad y vamos encontrando el hueco en el que nos sentimos más cómodos. No es fácil con todos los impute que reciben de la sociedad o por la calle, pero lo cierto es que hacer el taller sobre la magia/mentira de la navidad nos ayudó mucho.
Resumiendo, nuestro actitud hacia la navidad siempre es la de vivirla del mismo modo que vivimos el resto de las tradiciones. No nos hace falta explicarle que la castañera es una mujer disfrazada, lo entiende a través de cómo lo vivimos el resto. Como un juego. Y desde esta visión vivimos la navidad. ¿Verdad que no hace falta que les digáis a vuestros hijos cuando jugáis que la comida es de madera, o que el fuego de la cocinita no quema? Pues con la navidad tampoco. Hay cosas que no decimos pero que quedan dichas.
Todo se hace evidente a través de nuestra actitud, y el niño a medida que crece y con él su capacidad madurativa; va entendiendo y asimilando todas las dimensiones de aquello que vive sin necesidad de tener LA charla. Vive una navidad no centrada en un día de regalos, no centrada en una lista por entregar de regalos por recibir, si no por mil y una tradiciones, rituales, actividades, quehaceres que se repiten una y otra vez, año tras año… Y cada año las vive de un modo distinto porque es una persona distinta. Y quizás de este modo conseguimos que la Navidad siempre sea vista como un época ( y no día) precioso, en el que compartir, celebrar, preparar y recordar lo bonito que es vivir la vida juntos.