Escaleras: belleza y singularidad cotidiana

Mucho más que una pieza puramente estructural, mucho más que una construcción diseñada para comunicar varios espacios situados a diferentes alturas, las escaleras forman parte de nuestra vida como un elemento funcional, preciso y precioso, elegante, sencillo, arquitectónico, mecanizado, artístico y cotidiano.



A diario las utilizamos de manera inconsciente a penas sin fijarnos en ellas, hasta que un día, casi por casualidad topamos con una escalera inusual, de interior o de exterior, una escalera que cuenta una historia, unas barandillas de escaleras de exterior que conmueven, tras un trabajo sumamente elaborado de forjados que la convierten en una auténtica obra de arte, unos peldaños que han visto pasar la vida de infinidad de personas; escaleras monumentales que nos trasladan a una época majestuosa, escaleras de caracol que nos invitan a alcanzar el cielo, escaleras interminables y escaleras arquitectónicas, cuyo potencial expresivo las convierte en elementos esculturales, objetos imprescindibles que traspasan los límites de la funcionalidad.



Encontramos escaleras de cine que trabajan como un actor más de la película, esenciales para explicar la historia que el guionista y el director desarrollan para contar una trama, en un contexto romántico, dramático, policíaco y en muchos casos de terror. En Lo que el viento se llevó Scarlett o´Hara  sobrevive a la tempestad de tiempos convulsos desde una escalera señorial de color rojo, para sumergirnos en escenas inolvidables que permanecerán en nuestra memoria y retina como una de las películas más importantes de la historia del cine. Escaleras del pánico, como la inquietante escalera de Psicosis, una auténtica metáfora de la personalidad de su protagonista, Norman Bates, la imprescindible escalera de Vértigo, otra gran obra maestra del genial cineasta Alfred Hitchcock o, en clave musical, los escalones de los Jardines de Mirabell en Salzburgo (Austria), escenario inolvidable de Sonrisas y lágrimas y su famosa canción ‘Do, Re, Mi’.





Existen escaleras famosas, -y algunas imposibles-, como las escarpadas escaleras de la montaña Hua-Schan en China, una de las cinco montañas sagradas del país asiático, cuyos senderos de peldaños se utilizan para ascender a los templos taoístas ubicados en su cumbre, la extraordinaria escalera de la librería Lello en Oporto, una original estructura inspirada en canales que te trasladan de un lado al otro de la librería uniéndose en el centro para separarse posteriormente; las formas curvas de sus barandillas de madera generan una sensación de grandilocuencia extraordinaria, la gran escalera de caracol del Garvan Institute de Sidney, Australia o la espectacular escalera mecánica del Umeda Sky Buiding de Osaka, la más larga del mundo.





Y no podemos olvidarnos de las escaleras de grandes arquitectos, como la escalera flotante de la recientemente fallecida arquitecta Zaha Hadid, un diseño extraordinario de singular belleza, una obra maestra de ingeniería o el sofisticado y sorprendente diseño del arquitecto canadiense Andrew Lee McConnell, basada en la espina dorsal de una ballena, entre infinidad de propuestas de arquitectura y diseño.

Imágenes: Escaleras de los Museos del Vaticano, Fontanot, Película Vértigo, librería Lello en Oporto, escaleras mecánicas Umeda Sky Building en Osaka, Zaha Hadid Architects, Andrew Lee McConell.

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