Toda mi vida he vivido en una casa que a pesar de ser grande, nunca ha tenido demasiada luz. En mis etapas adolescentes este hecho incluso me llegó a gustar. Sólo os digo que mi profunda melancolía por todo me llevó a preguntarle a mi madre que si podía pintar las paredes de negro. Menos mal que ella no tenía quince años y la cabeza a saber donde.
No obstante, con los años empecé a ver las cosas de otra manera, a subir las persianas lo más posible, a apartar las cortinas y a asumir de una vez por todas que me encantaba sentir los rayos de sol sobre mi piel y en particular, sobre mis tesoros.
Combinando y cambiando cosas, fui observando cómo los detalles en color blanco reflejan maravillosamente la luz, y eso, en una estancia donde a veces escasea, es oro. Ese es mi caso y la verdad, últimamente me parece fabulosa esa luz clara y natural entrando por mi ventana. No digo, por supuesto, que todos los muebles y aspectos decorativos deban estar en ese color (¡horror!), pero si en lugares estratégicos y en mobiliaro seleccionado. Por ejemplo, como ya os conté, mis antiguos muebles auxiliares del dormitorio los rescatamos, y con ayuda de Mrs. Shabby ahora brillan con luz (casi) propia.
He encontrado algunas estancias brillantes, ¿qué os parecen?
¡Besitos y abrazos luminosos!
Irina Vermeer