Ya hace un mes que empezó la reforma del piso donde calculo mudarme en octubre. Se trata de mi primera reforma y ya me había mentalizado al respecto: estrés, conflictos con el albañil, materiales que no llegan, o que llegan pero que se quedan cortos, y un sinfín de contratiempos que surgen por sorpresa por muy estudiado y planificado que tengas todo el proceso. Personalmente, esa fase previa la tenía bastante controlada con lo que sabía perfectamente lo que quería, cosa que es importante para que la reforma se desarrolle con normalidad, a pesar de los imprevistos, y para ajustar al máximo el presupuesto.
Pero mi intención no es la de filosofar sobre las reformas. A donde quiero ir a parar es a que tanto en el diseño como en la elección de los materiales me he encontrado poco comprendida. Y me explico. Por ejemplo, he elegido loa clásicos azulejos cuadrados de 15×15 esmaltados y lisos para revestir parte de la pared de la cocina. Pues tanto en la tienda donde los compré como en mi entorno se han sorprendido con mi elección. Lo mismo ha ocurrido al pedir que el grifo del baño principal fuese empotrado. Exactamente como se hacía antes. Pero en general también lo veían raro. O cuando escogí mármol blanco de carrara para el lavabo. “No deja de ser el de siempre pero no es lo que la gente pide hoy en día”.
Al final, esa incomprensión tampoco me hizo dudar de la idea original del proyecto de reforma pero en cambio sí que me ha hecho reflexionar sobre ello.
Imágenes: vtwonen
A pesar de ese aire de perplejidad a mi alrededor, me he dado cuenta de que más allá de modas o tendencias, lo sencillo y tradicional siempre perdura. Es como con las cosas viejas o con la cultura del reciclaje. Algo que ha venido para quedarse, creo. No sólo la crisis ha provocado un consumo más responsable, también considero que en parte nos ha concienciado al respecto.
A todo esto, hoy toca visita de obra. A ver qué sorpresas me encuentro…