Basamento de la práctica del feng shui
Esta práctica establece fórmulas y cálculos, mediante los cuales se observan las formas, con el fin de evaluar diferentes aspectos de la vida de las personas. La expresión “feng shui “hace alusión a dos ideogramas chinos, como son “viento” y “agua”. Su significado hace referencia al concepto de la fluidez de la energía, que está presente en todo el universo y, por ende, en los espacios tradicionalmente usados por el hombre.
A su vez, de dicha energía universal se nutren todas las actividades, actitudes y tendencias del ser humano. Este se conjuga con su entorno de distintas formas, de tal manera que atendiendo a esa conjugación, depende el éxito o el fracaso del “ser” en los variados aspectos de su existencia.
Dimensiones del feng shui
El feng shui, visto desde sus dos dimensiones, esto es, como ciencia y como arte holística, está estructurado de tal forma que lo que se pretende con su práctica es la armonización del “reino interior” y “del reino exterior”.
El “Viento” es el que transporta la energía vital y representa las actitudes, aptitudes, deseos, metas y sentimientos del hombre, al cabo que el “Agua” es el elemento que contiene dicha energía vital y representa los espacios en los que se habita o se desempeñan las actividades cotidianas. Ambos elementos (Viento y Agua) interactúan de manera constante, al paso que se influencian recíprocamente.
Doctrina del feng shui
Su doctrina, bien sea que se analice como ciencia, arte o filosofía, tiene como propósito el de evaluar, mediante la observación y el análisis (a través de ciertas fórmulas y cálculos, complicados para algunos), los ambientes que rodean a las personas, con el propósito central de mejorar sus vidas. El feng shui nos permite reconocer y ejercer influencia sobre la energía de la que está dotado el ambiente que nos rodea, con el fin de mejorar los diferentes aspectos de la vida del ser humano.
Su labor consiste en direccionar esas energías hacia los habitantes del espacio determinado, con el fin de mejorar sus vidas, especialmente en los que respecta a las metas y fines de cada uno de sus moradores. En aras de obtener la efectividad en las prácticas de ésta disciplina, se deben enfocar las metas de los habitantes del recinto o ambiente.
El feng shui, por sí sólo, no constituye una panacea. Los otros factores determinantes son el destino y el proceder der ser humano mismo. En términos por demás sencillos, el feng shui pretende potenciar el entorno para organizar el “mundo interior del ser”, por lo que no es simplemente una tendencia decorativa como erróneamente piensan muchos.
Un aspecto importantísimo de ésta práctica milenaria, consiste en la utilización de las cualidades complementarias del “Yin” (femenino) y el “Yan (masculino) y de los elementos que son Tierra, Agua, Fuego, Metal, Madera y Árbol. Cada uno de éstos elementos se refieren a una frecuencia energética vibratoria, que tienen su propia dinámica de equivalencia con el Yin y el Yan.
Filosofía del feng shui
En la filosofía del feng shui se considera que cada una de las partes compromete al todo, de tal manera que la falta de armonía de un elemento del ambiente con uno de sus moradores genera la desarmonización de todo el conjunto. Por ello, no basta con armonizar una sola habitación de una vivienda, por ejemplo; o armonizar una sola vivienda sin tener en cuenta el vecindario. No basta, tampoco, armonizar un espacio si los que lo habitan no están en armonía.
En el mismo orden de ideas, ésta doctrina pretende armonizar al hombre con la naturaleza, dada la indiscutible conexión invisible que existe entre ambos, por ser el hombre parte de la naturaleza misma. El Tao, en el que está inspirada ésta bella disciplina tiene como principio fundamental, que el desorden del entorno inmediato del individuo obedece a su desorden interno.
Por tal razón, en el ámbito de ésta doctrina lo que se debe examinar previamente, es la esfera interna de las personas, en cuanto a sus frustraciones, satisfacciones, sentimientos, etc. A partir de lo que se logre desentrañar durante este proceso previo, se pasa a analizar las armonías o desarmonías del entorno, para estudiar cómo interactúan con la esfera interna.
Es necesario desentrañar si los espacios están bien distribuidos, si existe armonía entre los objetos, si tenemos objetos innecesariamente acumulados y muchos otros factores del entorno. Como regla de oro, se debe tener en cuenta que lo primero es ordenar nuestro ser interno, a partir de lo cual se trabaja el entorno físico.