Este pensamiento se ha trasladado también a la forma de viajar. Un nuevo concepto toma forma y gana en aceptación: el Slow Traveling. El objetivo de esta idea es dejar los relojes de lado, el tiempo medido y la estructura de un itinerario que nos lleve de un punto a otro, con poco margen para la contemplación.
Este movimiento busca enfocarse en los pequeños placeres del lugar, a través de recorridos en trenes o bicicletas, la gastronomía típica, la interacción con habitantes de la ciudad, el paseo despreocupado, las compras en ámbitos atípicos.
Así, el Slow Traveling es todo un manifiesto en contra de un ritmo de vida acelerado y sin interrupciones. En nuestra vida cotidiana, algunos hábitos ya internalizados son un claro ejemplo de ello. Al ya común estrés, se le suman actos como los de comer mientras trabajamos, incluso parados, y con una alimentación muchas veces de mala calidad. Además, hemos dejado de lado las actividades al aire libre para pasar tiempo en los shoppings.
Para corrernos de ese lugar, por lo menos en vacaciones, es fundamental conocer algunos de los hoteles que se especializan en esta forma de viajar. Cada cual con lo suyo, existen los que proponen experiencias gastronómicas, retiros espirituales o hasta más citadinos, para contemplar la arquitectura mientras se toma un café.
Para hacer Slow Traveling no hace falta de mucha planificación, sino tomar la decisión de salirse de los circuitos tradicionales y admirar las pequeñas joyas que cada ciudad tiene. Un reencuentro con los detalles.
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