Os podéis imaginar lo sucia que ésta estaba, así que lo primero que hicimos fue descoserla (venía cosida al armazón metálico) , para después lavarla y dejarla al sol, el mejor blanqueante natural que conocemos y que, efectivamente, terminó de quitar algunas manchas amarillentas que el jabón no había conseguido retirar.
Volvimos a colocar el vestido de croché sobre la base y, entonces, entendimos el porqué de que estuviera anteriormente cosido; era necesario mantenerlo tenso para que se adaptara perfectamente a su esqueleto. Pero la idea de coser no estaba entre nuestros planes, así que, recurrimos a este encaje elástico cortando pequeños trozos con los que...
... fuimos uniendo, con nudos, la labor a la estructura.
Tanto por abajo...
... como por arriba. Además, ensartamos algunas flores...
Muy pocas, las suficientes para darle el toque romántico y femenino que, a nuestro modo de ver, faltaba.
Con los lacitos de encaje hemos conseguido dejar perfectamente estirada y en su sitio la labor de ganchillo que, la verdad, luce como nueva tras pasar por nuestras humildes manos...
Lo confesamos, nos hemos enamorado de la estampa final de la lámpara, y nos encantaría que la viera ahora quien se deshizo de ella ... Y a vosotros, ¿Qué os parece?
¡FELIZ FIN DE SEMANA!