Los tuareg, viajeros de una tierra infinita, visten de azul, de azul bereber. Los llaman hombres azules porque la tela de sus ropas destiñe y su piel toma color azulado. Los tintes los elaboran a partir de una mezcla de tintes naturales e índigo. El azul, para ellos, es el color dominante, el color del cielo, el color del techo de su casa.
Los tuareg han sido siempre los ‘señores del desierto’ pero la población está decreciendo debido a que los trenes y camiones están remplazando a los camellos en el comercio trans sahariano. Pero no todo está perdido, unos 3 millones de tuareg aún resisten y la mayoría aún son nómadas. Dedican sus días a pastorear rebaños de camellos, cabras, corderos, vacas y asnos en un reino de infinito silencio.
Moussa AG Assaid, nacido en un campamento nómada tuareg, cuenta que en el desierto todo es simple y profundo. Hay muy pocas cosas pero cada una de ellas tiene un tremendo valor. Cuenta que allí cada pequeña cosa proporciona felicidad. El simple hecho de estar juntos les hace sentir una enorme alegría.
Moussa consiguió una beca para estudiar en Francia gracias a su pasión por la lectura. La primera vez que visitó Europa, vio a la gente correr por el aeropuerto y se asustó muchísimo. Moussa cuenta que en el desierto solo corren cuando viene una tormenta de arena.
Lo que más echa de menos cuando está lejos de su casa es la leche de camella, el fuego de leña, caminar descalzo por la cálida arena y las estrellas; allí las miran cada noche mientras que aquí, dice Moussa, solo veis la televisión.
Moussa cuenta que aquí tenemos de todo, pero nunca es suficiente. Nos pasamos el día quejándonos. Nos encadenamos de por vida a un banco, hay ansia de poder, prisa. En el desierto no hay atascos porque allí nadie quiere adelantar a nadie.
Moussa tiene clavada en su memoria una imagen que cada día se repite. Hombres y animales regresando lentamente al campamento dos horas antes de la puesta de sol, cuando baja el calor pero el frío todavía no ha llegado. Los perfiles de cada uno de ellos se recortan en un cielo rosa, azul, rojo…
Es un momento mágico. Todos entran a la tienda y hierven té. Sentados en silencio escuchan el hervor. La calma les invade.
Como dice Moussa: aquí tenéis reloj, allí tenemos tiempo.
Después de leer esta historia a mí solo me apetece hacer las maletas y poner rumbo al desierto para conocer más sobre el pueblo bereber. Conocer su cultura, sumergirme en ella. Para este viaje no se me ocurre mejor compañía que AzulAventuras. Con ellos podrás descubrir y vivir el Marruecos real. Ellos te guiaran por rutas alternativas y de calidad basadas en el conocimiento y experiencia de su fundador, Hamid Moujane, un auténtico nómada bereber.
¿Nos vamos?