Yo soy realmente feliz. Me gusta más la felicidad real, disfrutar de la vida gracias al placer de lo cotidiano.
Últimamente estoy aprendiendo a liberarme de una vida en piloto automático y llena de escasez, a alejarme de distracciones que no son importantes, a dejar de vivir para el fin de semana y a olvidarme de procrastinar.
Quiero ser una viejecita con la cara arrugada de tanto reír y con historias con contar.
¿Y tú?
Pero a pesar de todo, a veces me olvido del presente y me pongo a ver fotos recordando aquel viaje y aquellas playas o al contrario, divago y me pongo a filosofar sobre lo que yo haría si en otra vida yo hubiese sido...Pero, ¿qué pasa con el ahora?. A veces me olvido de él.
Amalia siempre me dice que todos los días antes de dormir piensa en 5 cosas buenas que le han pasado ese día. El abrazo de una amiga, tu plato de comida favorito, un beso antes de dormir, una llamada que esperabas. Quizás no sean cosas dignas de portada de revista pero la vida real es otra y además es maravillosa.
Las casas de revista no existen, y si existen en algún lugar estoy segura de que son muy asepticas y aburridas. A mi me gusta más una #slowhome donde el suelo está arañado porque Bimba corre como loca a saludarte al llegar a casa o con la cocina patas arriba porque al amore le gusta cocinar los domingos.
En mi casa no hay brunch los domingos ni una cubertería para 12 comensales. Nos gusta hacer barbacoa, improvisar y sentarnos juntos en el suelo alrededor de una mesa. No parece muy elegante, pero son en esas cenas en las que lloro de risa. Y eso es lo más importante.
Disfruta de los buenos momentos, aunque sean imperfectos. Los malos también vendrán, te lo aseguro. Por eso, abraza esas pequeñas píldoras de felicidad que la vida te regala.
Cuéntame cuales son tus placeres cotidianos.
A veces es difícil encontrarlos y disfrutarlos, pero si has leído hasta aquí estoy segura de que ya has comenzado a disfrutar de las pequeñas cosas, a pensar en positivo y a dejar de andar por la vida de puntillas.