Corazones, flechas, rosas rojas... son símbolos clásicos del Amor.
A ellos se ha incorporado con fuerza otro símbolo y ritual cada
vez más practicado: los candados del amor.
Esta tradición, consistente en dejar un candado identificado con nombres,
iniciales, fechas o frases en un puente, cerrarlo y tirar la llave al agua, es
una metáfora de la eternidad del amor y fue puesta de moda por la
novela de Federico Moccia, Tengo ganas de ti (2006), teniendo
como escenario el Ponte Milvio sobre el Tiber.
Muchas otras ciudades y muchos otros puentes se han convertido en
escenarios de este ritual amoroso.
Incluso en Ciudad Real, la población en la que viven mis padres.
Como os contaba aquí, hay un precioso parque con un lago
artificial presidido por una construcción en forma de proa de barco.
A la parte superior de esa construcción se accede a través de unas
empinadas escaleras metálicas que acaban en la propia proa, en la que
cada vez son más los candados del amor.
No me gustan las modas o tendencias en temas tan personales e
íntimos como los afectos.
No creo que vaya a colgar en ningún puente un candadito para declarar
mi amor eterno a alguien, prefiero algo más "nuestro" y personal, pero
no me negaréis que en este caso no sería un puntazo que te invitasen
a subir a esta construcción, te acercasen a la proa, pusieran para ti
la música de Titanic, te subieran a la barandilla, abrieseis los brazos
al viento, pusierais un candado, tirarais la llave al agua y así, como
quien no quiere la cosa, vivierais en primera persona una
sesión doble de cine...
Todo ello pensando que nunca nadie antes había declarado su amor
eterno de una manera tan única y original, ¡claro!
¡Feliz día del Amor!