Reconozco que soy una auténtica fan de las casitas de pueblo. Esos muros de piedra muchas veces derruidos, que te encuentras por tierras castellanas tienen un no sé que muy singular. Quizá el haber estado años, recorriéndonos la A-6 arriba, la A-6 abajo, hace que esas ruinas tengan para mi ese encanto característico.
Por eso estos últimos días que hemos estado de vacaciones, estuve buceando por la red en búsqueda de nuestra casita de pueblo particular. Un sitio idílico donde desconectar, disfrutar de la tranquilidad del campo y aburrirme!
Esta casita que os traigo hoy tiene ese encanto singular. Está en Pals (Girona) y su construcción data de 1900. Inicialmente fue un granero y un almacén hasta que un buen día la reconvirtieron en el precioso refugio rural que es hoy: 206 metros cuadrados, tres dormitorios, tres baños, terraza y una pequeña piscina, comercializada para nuestro disfrute por Cases Singulars.
Se ha mantenido la estructura original, restaurando el resto de forma espectacular. Los muros de piedra quedan vistos en el interior de la casa, aunque es de dos plantas la vida principal es en una de ellas. Diseño continuado, que se rompe visualmente con muebles que no llegan hasta el techo. Cristal y madera acompañan al diseño original, decoración sencilla y sin excesos, dotan a la casa de esa calidez necesaria para estar cómodo y desconectar.
¿Te apuntas a una escapadita?
Imágenes vía: Architectural digest
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