Me ha entrado nostalgia recordando aquellas frías semana santas del Norte, con la chapa encendida y cocinando sandwiches en la carmela, viendo cómo el queso se fundía y se iba haciendo despacito-despacito mientras me preparaba para salir con las amigas. La cocina era fea, de piso alquilado, con muebles horribles, cada uno de su padre y de su madre... pero nunca olvidaré aquella chapa. Si hubiera sido tan bonita como esta, me hubiera pensado si salir de marcha o quedarme toda la noche leyendo, ahí, al calorcito, quedándome despierta hasta las tantas (como siempre) con la excusa de estar pendiente de si hay que echar más leña al fuego.
* Fotos: Hus & Hem.