Una vez superada la resaca Navideña me siento a hacer balance delante del ordenador, ante una hoja de Word en blanco, sí , porque yo soy de las que jamás escribe directamente en WordPress o Blogger. Manías.
Como todos empiezo el año llena de ilusiones, varios proyectos en marcha y muchas ganas de mejorar, aprender y ayudar.
Pero empezaré por echar la vista atrás.
El 2017 fue el año en el que creo que aprendí a discernir
entre lo que quiero, lo que no, lo que he de cambiar, lo que tengo que mejorar, y lo que quiero alcanzar y lo que me merezco disfrutar.
El año 2017 fue el año en el que me puse al límite en una parte de mi vida, y me di cuenta de que no me gustaba en lo que me había convertido, y sobre todo en lo que provocaba en mí y a mi alrededor.
El año 2017 fue el año en el que descubrí el poder del pensamiento. La importancia de mantener una actitud positiva, luchar cada día por desviar los constantes pensamientos negativos a los que tiendo y sobre todo a dar las gracias por todo lo que tengo.
El 2017 fue el año en el que menos libros leí. Una pena, porque me encanta, pero la falta de tiempo, la tensión que vivía por dentro, me ha impedido disfrutar de uno de mis placeres todo lo que hubiera querido.
El 2017 fue el año en el que decidí tener tiempo para mí, para disfrutar de tiempo sola, de luchar por lo que quiero, para formarme…
¿Y que pasa con el 2018?
El 2018 será el año en el que seguirá el cambio. Será el año en el que tendré que dejar cosas atrás para centrarme en lo que quiero. En lo que me merezco.
El año 2018 será el año el que seguiré aprendiendo a fortalecerme por dentro. En el que trabajaré muy duro por alcanzar cada una de mis metas.
Es el año en el que lograré el equilibrio. Superaré mis miedos. Y viviré más intensamente las pequeñas cosas que me rodean y seguiré dando las gracias a Dios, cada mañana y cada noche, por lo afortunada que soy.
Como ves no me propongo leer 24 libros aunque lo desee, ni adelgazar 10 kilos aunque lo necesite, o beber 2 litros de agua al día aunque deba.
No me lo propongo porque sé que leeré mucho más que en el último año por el simple hecho de que voy a volver a estudiar y porque he descubierto… ¡los audiolibros! Sé que adelgazaré porque voy a moverme mucho más y daré más paseos con El Santo. Porque sé que beberé 2 litros de agua, o de té, o café, o de gin tonics, porque voy a pasar más tiempo con mis padres, con mi hermano, con mi familia y con mis amigos.
No me propongo, porque simplemente sé. Me ha costado llegar a este punto, pero ya no hay retorno, me siento a gusto así, y saber lo que quiero me otorga esa sensación tan maravillosa que llevaba tanto tanto buscando.
Y es que cuando iba al colegio sabía que quería estudiar en la universidad, cuando llegué a la universidad sabía que quería trabajar y casarme, cuando logré un trabajo que me encanta y un marido maravilloso, supe que quería formar una familia numerosa, y cuando logré formarla, disfrutar de un trabajo y de un marido, de repente perdí la ilusión de seguir soñando para saber qué mas quería. Me quedé simplemente estancada en el dulce día a día.
Pero no estoy hecha de esa madera, y de repente después de tantos años, empecé a querer más sin saber realmente qué querer, y eso removió todo. Esa sensación desencadenó muchas cosas, hasta que toqué fondo y me di cuenta de que no podía seguir así. Ya tenía un nuevo deseo, cambiar, mejorar mi vida. Y volví a recuperar esas ganas, volví a soñar, y volví a revivir.
Por eso creo más bien en la importancia de tener objetivos, soñar a lo grande, y tratar de cumplirlos. Y así va a ser mi 2018. Un viaje hacia esos sueños.
Un beso,
Esther