Vivir en la periferia de la capital se está convirtiendo en una tendencia cada vez más importante. La tranquilidad que se respira estableciendo la residencia habitual lejos del ruido de la gran ciudad seduce a personas como Cristina, cuyo dúplex situado en los límites de la urbe madrileña, le proporciona momentos llenos de armonía después de un día cargado de obligaciones laborales.
Las dos plantas de esta vivienda han sido reformadas por completo, desde las puertas hasta los suelos, con el objetivo de imprimir en cada rincón todas las ilusiones de sus propietarios. Cristina y su familia han decorado con mimo y paciencia su hogar para adaptarlo al estilo rústico que perseguían. Lograr que el conjunto produzca una sensación de unidad es una tarea que ha requerido tiempo, pero que ha merecido la pena.
Además de dos dormitorios, la primera planta contiene en su espacio un salón en el que el ladrillo visto llama poderosamente la atención. El tono naranja pastel de los sillones coordina con la pintura crema, mientras que los cojines lisos y con rayas adquiridos en Ka Internacional se intercalan para multiplicar aún más la sensación de simetría.Motivos discretos en rosa palo apagado conceden al baño de este piso una serenidad soberbia. Los arreglos florales se acuestan dentro de un jarrón relleno con piedras y llegan hasta el mismo lavabo, de carácter discreto, pero acorde con la sencillez imperante. El armario blanco combina los cajones de apertura lateral con cestas de mimbre.
Refinados detalles decorativos coronan las mesas de comedor y centro. Estos dos muebles, junto con una vitrina, presiden el salón con distinción gracias a la madera de teca importada con la que han sido fabricados. La firma Banak es la responsable de su calidad. La barandilla de la escalera por la que se accede a la segunda planta ha sido cambiada.
Traspasando el recibidor de la entrada, donde un mueble adquirido en un mercadillo nos da la bienvenida, nuestros ojos van directos a la cocina. Es una estancia donde la madera es la protagonista indiscutible. Un alicatado con cenefa clásica convive con una campana perfectamente integrada y unos accesorios de corte convencional, pero elegantes.
El lugar más nostálgico de la casa es el dormitorio principal, donde la herencia familiar hace acto de presencia a través del cabecero. Se trata de una pieza realizada en latón y forja, pintada en blanco y envejecida con cera y betún de Judea. No podemos pasar por alto el extraordinario armario empotrado al que iluminan delicadamente unos focos.
El salón abuhardillado de la planta superior planteaba todo un desafío estético. Las vigas de madera del techo dictaban un acompañamiento rústico, por eso Cristina otorgó cohesión a la estancia con muebles antiguos: tinajas, percheros, relojes, planchas, etc. Destaca la construcción de una pequeña barra escoltada por taburetes altos.
La última estancia que nos presenta Cristina antes de abandonar su dúplex es un baño completo. Resulta más amplio que el situado en el piso de abajo, puesto que incluye una bañera. Destacamos la encimera de obra y el mueble hecho a medida, siendo éste último de roble envejecido. Asimismo, el pequeño espejo es de teca importada por Banak.
Los dormitorios de la parte superior continúan apuntando a lo tradicional. La distribución es típica: dos mesillas de noche, cada una con una pequeña lámpara auxiliar, flanquean la cama de matrimonio. Todo en esta habitación parece hablar del pasado, tanto el diseño de los dos puntos de luz como las curvas encerradas por el marco del cabecero.