Aunque pueda sonar raro, el otoño es mi estación favorita del año: El sol es mi fuente de energía, pero después de tres meses de calor el cuerpo me suele pedir un poco de fresco (y especialmente después de la sequía que hemos tenido este año). Me encanta volver a desempolvar la ropa de entretiempo, mirar la lluvia por el cristal y dormir con el edredón bien calentito encima; me gusta pensar en bufandas, gorros, guantes y botas altas; en caminos con alfombras de hojas moviéndose al compás de una melodía de piano. No me digáis que no tiene encanto…
Y he hecho coincidir este post con la época de vendimia, y desde aquí mi recuerdo a todos los que trabajan ese duro negocio. Hacía bastante que tenía en mente este trabajo, pero nunca me ponía con él, y la verdad es que no sé muy bien el porqué: ¡la transformación ha sido súper fácil!
Este juego de vasija y dos candeleros (sí, lo he dicho bien, candelero) tenía unos bonitos dibujos de racimos de uvas de colores vivos y alegres, pero la verdad es que no pegaba nada en el salón donde estaba colocado (era un regalo). Así que no hizo falta mucho para convencer a su dueña de que tenía que pintarlos para buscar la armonía con su salón.
Candeleros – antes
Usé una capa gruesa de Chalk Paint de Annie Sloan directamente sobre el material, a pesar de estar rugoso y tener los motivos cierto relieve. Tenía claro que quería darle un aire clásico, como de ánfora griega desenterrada, en una tonalidad suave de terracota, sin darle demasiado protagonismo en la estancia, que ya estaba bastante llena de cosas.
Busqué una combinación aproximada rebajando el Barcelona Orange con Old White y di con este precioso tono melocotón que coordinaba con el de la pared.
Para finalizar, aporté un toque alegre con guirnaldas de flores en tonos naranjas y amarillos. Si quieres ver este y más trabajos, vete al final de esta página y haz clic en “Recibir nuevas entradas por email”.
¡Hasta pronto!
Laura