No hay que tener un mapa ni cavar agujeros, sólo hay que abrir algún armario o aparador y sacar “lo del fondo”. “Tita, esto que es?. Ni idea, ábrelo. Aaaaa, mira donde estaba…es la caja de tabaco de tu abuelo”.
Tengo una imagen muy clara de mi abuelo Pepe aunque falleció cuando yo era muy pequeña. No recuerdo cosas como su voz, pero su imagen sí la tengo muy presente. Era un hombre que siempre salía a la calle con bastón y sombrero, tenía su sillón donde se rodeaba de papeles, devoraba la prensa y libros, y aunque no recuerdo claramente si lo vi alguna vez fumar, siempre he sabido que fumaba tabaco de liar (lo propio de su época claro).
Tenía en mis manos una cajita de metal labrado, negra negrísima por el paso del tiempo y al abrirla…no había duda,…Mirad:
Dentro estaba todo lo que él utilizaba, sus papelillos, tabaco suelto y su tabaquera de cuero. Así se guardó y así la descubrí. Ya no se merecía volver al fondo del aparador, tenía que salir y volver a brillar.
Su estado era bastante bueno, sólo necesitaba limpiar el metal y tratar la madera de dentro.
Para limpiarla utilicé el mismo líquido que usé para los metales de la maleta y la madera la lijé, teñí de color avellana y enceré. Podría alargarme más en el proceso pero realmente sólo consistió en esos 4 pasos y de vez en cuando se agradece que la restauración pueda hacerse de forma más liviana.
A pesar de resultar algo poco aparatoso, el cambio sufrido en la caja fue bastante espectacular.
Hoy forma parte de la decoración de mi casa con el mismo contenido que le encontré….sigue siendo la caja de tabaco del abuelo.