Imagen: ToC ToC Vintage
Una mudanza de alguna forma significa una nueva etapa. No deja de suponer un cambio, y en mi caso no solo es de espacio físico sino también de ciudad. Así que todo es nuevo: nuevos vecinos, nuevo supermercado, nueva panadería, nuevo gimnasio, nuevas líneas de autobús urbano, nuevos lugares de ocio… En definitiva, nuevas rutinas a las que habrá que adaptarse.
Al margen de eso, una mudanza también sirve para poner al día todas tus cosas. Parece increíble lo que una llega a acumular a lo largo de los años, y lo más curioso es que muchas de esas pertenencias son totalmente inútiles o su única finalidad es la de coger polvo dentro de un cajón. También te llevas más de una sorpresa: cosas que ni te acordabas que tenías y que te traen recuerdos de todo tipo o algo que pensabas que habías perdido y que resulta que siempre estuvo contigo (como por ejemplo esa copia de llaves del coche que justo acabas de pedir a tu concesionario…)
Una de las cosas que peor llevo de un traslado es esa fase de vivir entre cajas. Precisamente en ella me hallo actualmente. Es un engorro. No encuentras nada y vives en una psicosis permanente de haber perdido alguna cosa durante la mudanza. Algo bastante común, por otra parte. Además de lo poco zen que es verte rodeada de cartón. Así que desempaquetar y colocar se convierte ahora en mi principal objetivo.
Y a todo ello hay que añadir que muchos de los muebles que te trajiste de la anterior vivienda no sabes donde ponerlos o no te encajan en ningún lado, y que muchos otros los tuviste que dejar porque vivías de alquiler en un piso semiamueblado, con lo que toca redecorar por completo tu nuevo hogar. No voy a negar que esa es la parte que más me gusta de todo el proceso pero en mi actual situación, a dos meses de convertirme en madre primeriza, pues tampoco dispongo de todo el tiempo (y energía) que quisiera para centrarme en tal menester.
Así que antes de que mi vida se vea monopolizada por chupetes y biberones, me tengo que poner las pilas para convertir el caos en algo mínimamente cómodo y confortable. Deseadme suerte.