Si existe un elemento de la decoración del que no se puede prescindir por su versatilidad y por el gran catálogo que existe del mismo, es el jarrón. Lo que más llama la atención es la gran clasificación que generaría su reparto en materiales, colores, tamaño y formas. Es precisamente esta enorme pluralidad lo que hace aún más fácil si cabe asignar a cada rincón de la casa el jarrón adecuado.
Solamente hay que tener algunas premisas claras para no equivocar el color de una habitación con el búcaro en cuestión. Si además queremos convertirlo en un florero, tendremos que aprender a considerar las variedades florales para entonar con la estancia y con el soporte en el que irá colocado.
Es importante que consideremos que las flores, tanto artificiales como auténticas, dependen del jarrón, pero uno bonito y sugerente puede servir por sí solo de reclamo. Además, existen modelos que, por su sobrecarga decorativa, quedarían ridículos coronados con ramos ostentosos de colores chillones. Así pues, el equilibrio debe ser total, tanto del jarrón con las flores como de esta dualidad con el resto del mobiliario y estilo del cuarto de la vivienda.
Gran abanico de materiales
Madera, cristal, cerámica, porcelana, hierro forjado... Muchos son los materiales en los que hoy en día se realizan jarrones, pero resulta esencial saber cuándo al ejemplar ante el que nos hallamos le conviene brillar en soledad o, si por el contrario, le ayudaría a destacar un arreglo floral alegre pero discreto. Como norma general, si nos encontramos en una sala de colores claros, optaremos por jarrones de colores fuertes o con flores muy coloridas, mientras que si la estancia tiene muebles oscuros pero está bien iluminada, recurriremos a vasos de cristal por los que se cuele la luz exterior.La arcilla, en sus diferentes puntos de cocción, puede ofrecernos acabados en cerámica o porcelana verdaderamente exquisitos para dotar a los rincones apagados de un engalanamiento único. Servirían de excusa perfecta para redondear lugares altos o media altura siempre y cuando su forma hable por sí misma y su color atraiga la vista. Existe cerámica pintada con multitud de motivos: cenefas, líneas, geometrías, collage, mezclada con cristales o espejos, etc. La porcelana fina en jarrones de dimensiones grandes será muy adecuada a la entrada de las casas; en los recibidores, y también en los pasillos.
Un capítulo aparte merecen los búcaros de cristal. La elegancia que les confiere el vidrio otorgará una pincelada de aire distinguido y refinado al tablero o mostrador en el que se emplacen. No debemos pasar por alto que el cristal puede ser suficiente adorno si está coloreado, si luce algún detalle mínimo o si presenta varias tonalidades, pero si es transparente no puedes dejarlo a la deriva porque pasará inadvertido, al igual que tampoco deberá presentarse con flores de plástico pues sería ordinario. Las flores frescas de tallo largo serán un buen comodín pero podemos aprovechar su carácter traslúcido para mostrar en él pequeñas piedras mezcladas con arena, conchas y caracolas, tierras de colores diversos o cualquier otro efecto de relleno que imaginemos.
?Qué y dónde colocar el jarrón?
Las flores, por su forma, encajarán mejor con unos jarrones que con otros, según el perfil de los mismos. Las de largo tallo no pueden meterse dentro de un vaso bajo o achatado porque quedarían colgando y se doblarían. Un jarrón alto y delgado las enderezaría y les daría el protagonismo que se merecen. Si nos topamos con un jarrón bajo y con la boca ancha, un compendio de flores y frutos secos sobre arena o paja le conferirá colorido y distinción. Las flores de temporada suelen ser siempre más baratas que las eternas rosas o los estilizados gladiolos, por eso su distribución en los jarrones de la casa es una recomendación muy acertada.Llega el momento de ubicar al jarrón de forma estratégica encima de la estructura elegida. No es lo mismo un mueble que esté situado en medio de la sala a uno dispuesto en una rinconera, como anexo a una pared o en un lateral. La existencia de la pared no debe preocuparnos, puesto que el lado del mueble que está de cara a la misma no necesita tener flores. Con las mesas que ocupan el núcleo de la estancia ocurre justo lo contrario: hay que cuidar que, por todas sus caras, las flores luzcan de la misma forma. Esto se consigue cortando los tallos en jarrones bajos y distribuyendo uniformemente las flores largas en búcaros altos.