Reciclando un poco por aquí y un poco por allá, nos hemos hecho un coqueto rincón para comer en nuestra pequeña casa de la sierra.
Unas sillas viejas, una mesa que estaba para tirar, y un poco de pintura es todo lo que nos ha hecho falta.
Tras encolar las sillas y la mesa, y lijarlas un poco, empezamos a pintar con esmalte. Escogimos dos clases de esmaltes y dos colores para combinar. Por un lado un esmalte al disolvente (sintético), en color gamuza de Bruguer, y por otro lado un esmalte al agua (acrílico), en color blanco marfil 6 de Luxens (marca de Leroy Merlin).
Personalmente, nos ha gustado mucho más pintar con la pintura al agua, ya que seca muy rápido (30 minutos al tacto), tiene un olor agradable, y es muy cómoda de aplicar.
En el segundo caso notamos que la brochada costaba más, estaba como pegajoso y tardó bastante en secar.
Unos cojines para las sillas, un tapete a juego con las cortinas de la cocina, un centro de flores, y voilá..
Lo único que hemos gastado ha sido la pintura, 8,95 € cada lata.
Nuestra conclusión es que a partir de ahora procuraremos utilizar productos al agua, por comodidad, porque nos gusta el acabado sedoso, y porque su composición nos permite limpiar fácilmente las brochas y herramientas.
¿Qué os parece el resultado?