A lo largo de nuestra vida encontramos obstáculos, algunos difíciles de
superar, que van poniendo a prueba nuestra resistencia y capacidad de
supervivencia, que afectan nuestro ánimo y van forjando nuestro carácter.
La resiliencia es la capacidad para sobreponerse a situaciones adversas y
superarlas saliendo fortalecido.
Pueden quedar cicatrices... muestras, visibles o no, del esfuerzo que
supuso la adaptación y la superación de dificultades y, aunque éstas
nos hagan diferentes a los demás o quizás por eso mismo, no dejan de
carecer de belleza.
Actualmente se valora esa capacidad de adaptación, que forma parte de
la llamada inteligencia emocional, tanto o más que el tradicional concepto
de inteligencia cognitiva.
¿De qué sirve una mente privilegiada incapaz de empatizar, compartir,
arriesgar, ver más allá, expresar sentimientos, buscar el bien común y
alegrarse de la felicidad ajena?
En mi opinión de poco, ¿no os parece?
Lo más inteligente es sincronizar cerebro y corazón.
¡Pongámonos a ello!