1. En primer lugar, podemos comenzar atendiendo a las tonalidades. Según la psicología de los colores, en el salón deberían destacar los tonos cálidos, para crear espacios acogedores. Por eso, nos decantamos por los crudos, los amarillos... Si tenemos muchas dudas, sin duda siempre es mejor escoger el eterno blanco, la estrella de la decoración, que combinado con pequeños detalles en color y muebles en madera pueden crear un perfecto estilo nórdico, un elegante ambiente clásico... De esta forma, podemos dejar los colores neutros para los elementos más grandes (paredes, muebles a medida...) y dejar los toques de color a elementos clave, como una butaca, una alacena...
2. A la hora de planificar la decoración, debemos buscar una cierta armonía entre el suelo, la pared y los techos. Así, si os proponéis cambiar radicalmente vuestro viejo salón, tenéis la opción de recurrir a soluciones rápidas para el suelo que no requieren de una gran instalación, como las lamas de vinilo autoadhesivo, que imitan los acabados de la madera y se instalan en unas horas. Además, son tan finas que no tendremos problemas con las puertas. ¿Y qué me decís de pintar las puertas en blanco, para integrarlas mejor en las paredes y ganar en sensación de amplitud?
3. Al distribuir el espacio en el salón, vamos a partir de dos aspectos fundamentales: el sofá y el foco principal:
- A la hora de elegir sofá, de nuevo aconsejamos escoger tonos neutros, de la gama de los beiges, los grises... Después, con ayuda de los textiles (cojines, mantas...) aportaremos nuestro toque de personalidad. Por su parte, si tenemos niños en casa, lo mejor es elegir modelos con tejidos lavables y antimanchas e, incluso, diseños con tapizados que se puedan retirar fácilmente y meter en la lavadora.
- En cuanto al foco, la cuestión es simple: ¿qué queremos que destaque? Una chimenea, la televisión, un espejo, un cuadro... En ello nos ayudará muchísimo la iluminación, ya que a través de diferentes puntos de luz podemos conseguir destacar ciertos elementos y ocultar otros que no queremos que queden tan a la vista.
4. ¿Cuál es tu estilo? Por último, pero igual de importante, debemos prestar atención al estilo que mejor nos identifica, y basarnos en él para escoger los materiales adecuados, los colores, los elementos decorativos... ¡Hagamos un repaso por algunos de ellos!
- Estilo clásico: destacan elementos como la madera de roble o de cerezo, la cerámica, las plantas, la iluminación suave y la combinación de carpinterías a juego. En cuanto a los colores, destacan los colores crema, los blancos... En general, mucha elegancia y sofisticación.
- Estilo minimalista: el espacio es el gran protagonista, por lo que debemos huir de la saturación y los muebles hechos a medida que van de pared a pared. Encontraremos la unión perfecta entre estilo y sentido práctico, pues cada elemento de la decoración tiene que tener su función. Escogeremos tonos beiges, grises y blancos, con carpinterías que destacan por los colores blancos, metalizados, grises, maderas claras, acabados metálicos...
- Estilo rústico: el estilo de campo llega a las ciudades para crear espacios muy relajados. La madera de pino se alza como la gran protagonista, combinada con elementos de barro, piedra... Vamos a encontrar colores marrones, azules y verdes, junto con muebles de madera, piezas de hierro forjado, cortinas estampadas, elementos decorativos con historia...
- Estilo oriental: el orden, el minimalismo, la serenidad... En este tipo de espacios destacan elementos como los colores blanco, lavanda o lila, adornos como las velas, aromas como el del incienso, maderas en tonos muy claros...
- Estilo inglés: hay ciertos elementos decorativos que se convierten en iconos de este estilo, como las butacas Chester, las grandes librerías, los tableros de ajedrez, los globos terráqueos de madera... El marrón, el gris, el blanco y el verde oliva son los tonos predominantes, junto con carpinterías en caoba, granate...
Aquí podéis encontrar más consejos para vuestro hogar...