Gloria Campillo nos cuenta el principio de Oh la Lamps!
A día de hoy, sigue sonándome extraño referirme a mi misma como “diseñadora”. A lo largo de mi vida profesional, aunque mi área principal es la producción audiovisual, lo cierto es que he hecho cosas realmente dispares; desde dirigir la construcción de un gran museo interactivo a regentar un bar solidario, pasando por repartir telegramas con una Vespa de puerta en puerta o estar en la producción de un corto nominado a los Oscars. Leer mi curriculum es un poco desconcertante, incluso para mi. Siempre tengo esa sensación de no pertenecer a ningún gremio en particular quizás por no querer limitarme.Lo que sí es cierto es que el hecho de “darle una vuelta” a los objetos que tenía a mi alrededor me ha acompañado desde bien pequeña. Mi bici BH azul terminó pintada con un estampado de piel de vaca y llamaba la atención en el pueblo. Curiosamente, hace unos años me lo recordaba alguna persona cuando se empezó a poner de moda ese estampado. Intervenir las sillas de mi casa o mis zapatillas era habitual incluso después de que hubiera algún caso fallido en el camino.
Darle una vuelta a los objetos que tenía a mi alrededor me ha acompañado desde bien pequeña.
Cuando nació Oh La Lamp!, esto es, cuando diseñé mi primera lámpara, estaba viajando por Portugal con unas amigas. No se si sería el ambiente artístico, el aroma del mar o las copas de vinho verde, pero el caso es que, viendo algunos de los barrios antiguos, repletos de luminarias tradicionales, vino a mi cabeza una lámpara de araña fabricada enteramente con goma; para ser exactos, con una manguera de regar, de un color eléctrico.
Sigo sin saber de dónde salió esa imagen pero, ¿habéis tenido alguna vez la urgencia de dejar lo que sea que estéis haciendo para poneros a crear algo, un dibujo, escribir una canción? Si os ha pasado, sabréis de qué hablo. Si no, creedme, cuando llega esa sensación no te queda otra que hacerle caso.
Con una manguera azul brillante y una buena cantidad de complicaciones, construí esa primera lámpara.
Se lo expliqué como pude a mis amigas, que me miraban perplejas, y al día siguiente me volví para Madrid a hacerme con todos los artículos de ferretería necesarios para crear esa imagen que tenía en mi cabeza. Por cierto, olvidé comentar que en mi currículum vital también está ser hija de ferretera. Disfruto en una ferretería como un niño en un parque de bolas.
El caso es que con una manguera azul brillante y una buena cantidad de complicaciones, construí esa primera lámpara, que, a día de hoy y tras un buen puñado de diferentes diseños construidos, me sigue encantando como el primer día.
Desde aquella primera, seguí jugando con las mangueras de regar. Entraron otros materiales, piezas de forja, resinas, maderas nobles, etc pero las mangueras, hasta entonces algo utilitario y aparentemente poco estético, se convertían en mi herramienta insustituible y pronto fueron la seña de identidad de todos mis diseños. De ese juego y esa sorpresa nació Oh La Lamp!.
Estoy deseando encargos que me den la libertad y ese poquito de vértigo que hace cada trabajo emocionante.
Hoy me contactan para crear desde pequeñas piezas a luminarias perfectamente barrocas. Estudio cada caso con mimo, preferentemente en el mismo lugar que va a ser iluminado. La lámpara se gesta en mi cabeza y el parto es siempre en el estudio.
Estoy deseando encargos que me den la libertad y ese poquito de vértigo que hace cada trabajo emocionante.
Confieso que a mi también me gusta, cuando veo mis piezas encendidas, poder arquear un poco las cejas y exclamar: “Oh La Lamp!”
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