Que nadie se llame a engaño: sí, soy fan de los espacios neutros. Para los que no cambiamos la decoración chasqueando los dedos cuando tienes un día de perros, esos colores atemporales y relajantes son lo más de lo más. Ya puedes ir cambiando bobadas, que ni por asomo el conjunto se resiente.
Pero, hete aquí que no puedo evitar sentirme atraída (totally in love ) cuando veo espacios llenos de color y vitalidad. Entonces, me entra una sensación de cambio que no sé si mandar a paseo o fomentar hasta que esté al borde de mi zona de confort y la traspase de una vez por todas.
Confieso que el culpable es ese Lorenzo de Ikea —si me seguís en Instagram, sabéis de quien hablo—, que dice … anda boba, explora sin miedo. Y a mí, desafíos, los justos.
01| ¿Quién dice que el azul y el verde muerden?
Los dos colores que mejor representan al planeta —si no pensamos en ese marrón desértico que nos pisa los talones—son el azul relajante y el verde refrescante. Dos colores que nos conectan con la naturaleza, a la vez que resultan elegantes y profundos por su condición de colores fríos. Para darles un poco de chispa, solo tienes que añadir un toque de amarillo, la alegría es palpable (¿será porque este último nos conecta con el sol?)
02 | ¡Larga vida al rosa y al verde!
Sinceramente, nunca hubiera imaginado que el rosa saldría del dormitorio con toda naturalidad para colonizar otros espacios de la casa. No sé si echar la culpa al estilo nórdico y su incansable apuesta por tonos claros y empolvados (rosa palo, verde sage …) o al fenómeno Pin-up que ha vuelto a resurgir con tanto flamenco y luces de neón. En cualquier caso, esta combinación refleja una sensación de absoluta felicidad, justo el antidepresivo natural que estábamos buscando.
03 | Amarillos subiditos de tono
Muy al contrario de lo que nos querían vender allá por la década de los 90 (El Mueble, especialmente), ese amarillo aburrido, con el que hemos llenado paredes y paredes, ni era tan luminoso ni mucho menos la alegría de la huerta. Si buscas un rayo de sol, tendrás que atreverte con un amarillo más mostaza, más decidido, que haga vibrar tus paredes, muebles o accesorios. Ahora bien, más te vale rodearlo de mucho blanco, pero mucho, mucho blanco —y bueno, algún toque verde —.
¿Cómo lo ves? ¿Te unes a mí y nos tiramos a la piscina? Cuéntamelo a continuación