Ahí las dejamos escurrir casi toda la mañana, hasta la hora de comer en que, con el lío de la comida, cada una vuelve a su sitio. Una de nosotras recuerda aún el sofocón que se llevó cuando, en su segunda recién estrenada casa, de eso hace ya como veinte años, se quedaron impresas sobre el parquet las manchas de las macetas que tenía adornando el piso. Novata ella, a pesar de que cada una llevaba su correspondiente platito, esto no fue suficiente... El agua sobrante y la humedad constante hicieron mella en la madera sin solución. ¡Pero una y no más, Santo Tomas! Con el tiempo nos hemos ido haciendo con todo tipo de soportes que las levantan del suelo, maceteros con patas, taburetes, maletas... No hay planta que entre en casa que no esté relativamente en alto.
¡Y hasta aquí nuestra particular jungla urbana elevada! ¿Qué os parece?