Hace algunos meses ya mostré mi admiración por esas casas habitadas por personas con profesiones creativas porque considero que tienen una personalidad diferente. Son interiores con carácter, donde los detalles tienen su razón de ser a pesar de que también interviene un punto de caos o anarquía propia de alguien que vive de la inspiración para materializar su trabajo.
En este caso concreto, la vivienda pertenece a dos artistas, ambos pintores, que han hecho de su hogar su particular galería.
En el salón conviven recuerdos de viajes, como los cojines kilim comprados en un mercado de Atenas, y muebles recuperados. Llama la atención el magnífico bufet rescatado de la calle o el macetero de caña, adquirido en una tienda de segunda mano.
Fotografía: Sean Fennessy – Fuente: The Design Files
Los artistas en cuestión son Kristina Tsoulis-Reay y Mark Rodda, australianos y padres de dos niñas, María de 3 años y Filomena de 11 meses. Sus obras se exponen por todas las estancias, incluso en la cocina, donde por ejemplo se encuentra ‘Highchair’, un cuadro pintado por Kristina. Tanto ella como su marido tienen el estudio en casa lo que les permite compaginar su profesión con su vida familiar. Esa es sin duda la principal aspiración cuando tienes hijos, al menos lo es en mi caso. Pero ese es otro debate que necesitaría un capítulo aparte.