Ana, lectora y socia de eldiario.es, nos plantea la siguiente cuestión en le cuerpo de un correo electrónico: "en casa solemos lavar los albornoces y las toallas del baño una vez por semana y a veces cada dos semanas. No se si esto es muy higiénico o deberíamos hacerlo con mayor frecuencia. ¿Hay estudios sobre el tema? Si los hay: ¿qué frecuencia recomiendan?"
El baño, una fuente de gérmenes (y no por la taza)Ya le adelantamos a Ana que su frecuencia de lavado de albornoces y toallas es muy muy insuficiente y poco higiénica. El baño puede ser una importan fuente de gérmenes, desde hongos a bacterias y protozoos, pero no necesariamente a causa de la porcelana no la tapa de la taza del sanitario, a la que solemos dar mayores atenciones higiénicas. En esta habitación de la casa, los enemigos son el calor, la humedad, la falta de ventilación y nuestro propio cuerpo.
Porque el mayor aporte de bacterias al ambiente y a los objetos, entre ellos albornoces y toallas, lo hacemos al rozar nuestras manos, nuestra boca y nuestras zonas íntimas con los diversos utensilios. Por ejemplo, tanto con las cerdas como con el mango de los cepillos de dientes, así como con los vasos donde los guardamos, tal como te explicamos en Estos son los nueve objetos más guarros de tu casa. Y lo mismo ocurre con los patitos de goma de la bañera, los grifos, etc.
¿Qué dicen los estudios?En tal caso, el roce que hacemos al secarnos con toallas de mano, de cuerpo y albornoces, no puede ser menos aséptico, tal como certifican diversos estudios sobre el tema. Varios de ellos, realizados por la Universidad de Arizona, encontraron una importante presencia de bacterias en trapos de cocina y toallas de manos y cuerpo del baño, principalmente Escherichia coli, reina de nuestro intestino, pero también Salmonella sp., culpable de las salmonelosis veraniegas.
Los autores del estudio dedujeron que la presencia de E. coli en trapos de cocina podía proceder de las contaminaciones propias de los alimentos, de secarse las manos sin lavárselas y otras causas diversas. En cuanto a la contaminación en las toallas de baño de los lavabos opinaba que su origen estaba no lavarse las manos de forma correcta, es decir no aplicar el jabón en el reverso y entre los dedos.
A este respecto, cabe destacar otro estudio que avisaba de la incidencia de estafilococo áureo resistente a la meticilina, MRSA en la toallas de mano que comparten los jugadores de fútbol americano. Pero también sumaban otra causa a la gran contaminación de las toallas del baño: un estudio de la Universidad de San Diego comprobó que el hecho de tirar la cadena del sanitario sin bajar la tapa después de defecar era una bomba fecal.
Este acto a tapa descubierta creaba una nube en forma de aerosol -gotas de agua minúsculas vaporizadas- que transportaba las bacterias fecales al aire y las depositaba en las diferentes superficies. Entre ellas, cómo no, albornoces y toallas, que de este modo multiplicaban la dotación de gérmenes. El resto lo hacen la humedad ambiental, la suciedad de los tejidos, que sirve de alimento, y el calor. Así, en pocos días, secarse la boca con la toalla podría ser más peligroso que beber agua del inodoro.
¿Cuál es la frecuencia de lavado recomendada?Los autores de los estudios de la Universidad de Arizona recomendaban que la frecuencia de lavado de toallas fuera de dos días si en la casa hay personas con el sistema inmunológico disminuido por causa de enfermedades (VIH, hepatitis, personas ancianas, etc.) así como si hay niños pequeños y especialmente recién nacidos. También si distintas personas van a usar una misma toalla. No es muy eco, pero es lo más eficiente desde el punto de vista sanitario...
En el caso de adultos sanos también se recomienda esta frecuencia, aunque se puede dilatar al espacio de cada tres o cuatro días si cada adulto usa una toalla distinta, lo que se traduce en dos veces por semana. Esta norma también sería la aplicable a albornoces. A este respecto hay que tener en cuenta que muchas infecciones no nos dejan en la cama con fiebre pero pueden mermar nuestra salud con diarreas, infecciones de la piel, hongos o infecciones genitales, por ejemplo en el caso de las vaginitis femeninas o las candidiasis genitales masculinas.
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