"Amarillo.
En primavera asoman amarillas todas las flores.
En verano amarillo el cereal, la cosecha, amarillo es el calor castellano.
El otoño sólo llega aquí en el amarillo de los fresnos, millones de hojas diminutas que mueren en un persistente y reseco amarillo.
En invierno el amarillo insiste en refulgentes fogonazos de líquenes amarillos sobre los troncos grises de los fresnos.
Y amarillas son aquí las máquinas, amarillos los mojones, amarillo todo.
Este es un paisaje humanizado de prados, tapias, fresnos, arroyos, un paisaje de pequeña escala, de mínimos, casi doméstico y donde todo, absolutamente todo ocurre con acentos amarillos
En este paisaje compramos un prado hace 15 años, y después de 12 años de contemplación amarilla, decidimos construir allí una casa, un refugio, un trocito de paisaje como un marco, un pequeño umbral habitado con dos miradas a este y oeste.
Al oeste, una mirada cercana de rocas, musgos, zarzas y fresnos centenarios.
Y a este, el amanecer lejano sobre el escorzo de la sierra amarillenta.
Esa doble mirada y el cuerpo terminaron de dibujar la casa.
Todo es pequeño, todo es breve, todo tiene una escala diminuta.
Desde fuera la mirada resbala por encima de la casa:
El ojo solo se detiene en una puerta amarilla que guarda el umbral, y una chimenea amarilla que lo calienta, lo demás, es invisible.
Y al sentarse, al detenerse en el umbral, la casa desaparece y prosigue el mundo en amarillo."
"(?) En este paisaje compramos un prado hace 15 años, y después de 12 años de contemplación amarilla, decidimos construir allí una casa, un refugio, un trocito de paisaje como un marco, un pequeño umbral habitado con dos miradas a este y oeste." - See more at: http://www.stepienybarno.es/blog/2014/01/11/casa-b/#sthash.WsMVAiFa.dpuf
Así describen los arquitectos José María de Churtichaga y Cayetana de la Quadra-Salcedo su segunda residencia, un refugio rural en un prado de suave pendiente, en una pequeña aldea cerca de Segovia, a unos 100 kilómetros al norte de Madrid.
El acceso a la vivienda comienza con una puerta amarilla, como su entorno. Caminando a través de la casa, toda en madera, encontramos el salón con su chimenea, que aumenta esa sensación de hogar, de calidez, y asoma por la cubierta, también en color amarillo.
A la izquierda, un voladizo lanza las vistas a las lejanas montañas del este, mientras que a la derecha, hacia el oeste, las vistas se centran en el cercano paisaje de rocas y zarzas.
La casa parece estar elevada y flotar sobre el suelo, con sus terrazas que sobresalen a ambos lados, y entre las cuales se encuentra la sala de estar, el punto de encuentro de la familia, en el centro del piso superior. Ahí encontramos también la cocina, integrada en el salón y con los electrodomésticos ocultos entre los paneles de madera. A ambos lados, los dormitorios y el baño.
Unas escaleras de madera conducen a la planta inferior, parcialmente enterrada, con un diseño de planta abierta, creando un espacio que puede ser utilizado como una casa de huéspedes separada, con acceso independiente desde el exterior.
Una casa íntegramente en madera, que respeta el entorno, mimetizándose y abriéndose a él.
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