¿Te enamoras de los sitios o más bien de los recuerdos que tienes de ellos? Diría que de ambas cosas. Después de 14 o 15 años yendo en verano a Portugal (si no recuerdo mal mi hija mayor tenía 3 años cuando fuimos por primera vez), son tantas las vivencias, los momentos de mayor desconexión que he vivido allí, las risas, etc. que no puedo detenerme y pasar por alto cuando veo una publicación donde aparece una casa en el Algarbe o en el Alentejo, donde solemos ir, porque jamás ninguna me ha defraudado, todo me hace revivir (y eso que nosotros nos alojamos en viviendas mucho más humildes, pero los entornos y los materiales, me llevan allí de igual manera).
Casa no Crato es el idílico retiro de una pareja que encargó su casa en el Alentejo al estudio de arquitectura portugués Inês Brandão. Se encuentra en el Alentejo rodeada de robles, encinas y alcornoques. Como amantes de la naturaleza, buscaban un sitio apartado donde poder disfrutar del paisaje, además la pendiente del terreno también ayudó a crear ese efecto mirador.
Para acceder a la propiedad, hay que subir por un camino serpenteante (muy típico de las casas de allí, en todas las que hemos estado siempre es así, un camino separa la casa de la carretera). Una vez en la entrada, llegamos a un vestíbulo desde donde se organiza la casa en dos espacios. Cada habitación se relaciona con el paisaje de manera independiente, puesto que la topografía exterior también es distinta según en el punto de la casa en el que te encuentres e igualmente importante, son los porches que encontramos alrededor de la misma, permitiendo que interior y exterior estén fusionados o independizados a demanda. Cuando se quieren cerrar, todos llevan persianas venecianas perforadas en acero corten, uno de los detalles que más me ha gustado de la casa. Por otro lado, estos cerramientos permiten controlar de manera pasiva tanto la temperatura interior como la ventilación, e incluso el paso de la luz natural.
En cuanto a los interiores, se impone el minimalismo y lo funcional. Mobiliario de obra y hecho a medida, como la librería del salón, el mueble de baño e incluso los de la cocina. A los suelos y revestimientos de cemento como las encimeras de los baños, se les ha dado contraste y calidez utilizando vigas y muebles en madera natural, así como elementos decorativos en fibras (sillas, alfombras, cestas, puertas forradas con cannage en la cocina…). También se ha añadido alguna pieza de marquetería, como la cómoda del salón, una buena manera de destacar un espacio en concreto.
Si lo pensáis es una casa sencilla, con más valor arquitectónico que decorativo, pero para mí es un oasis donde me perdería encantada cada verano. ¿Qué opináis, no os encanta? ¿Qué tendrá Portugal que tanto me gusta?
Fotografía: Alexander Bogorodsky para Dwell