La Ribera de Curtidores se despierta temprano y la algarabía sube su timbre de voz con la llegada de los más madrugadores. Todos los colores, formas, sabores y olores se concentran en el corazón más castizo de España, por eso, a nadie le extraña que una casa pueda vestirse a la sombra del bueno de Eloy Gonzalo, popularmente conocido como el héroe de Cascorro.
La mirada se puede perder entre los brillos de las lámparas o entre los trazos de los óleos. Una pequeña carpa lleva soportando el frío y el calor de las diferentes estaciones mientras unos ojos se fijan en una caja de madera que quedaría ideal en la mesa del recibidor.
La gente que pasa por aquí es muy diferente, nos confiesa un dependiente que ha hecho de la artesanía su forma de vida, y es que el rastro habla todas las lenguas y arropa todos los tonos de piel.
Cuadros para todos los gustos
Uno de los productos decorativos que más abunda dentro de esta miscelánea de ideas es la pintura. Juan Hernández es un artista del aguafuerte que acude desde hace 30 años al mismo lugar en la calle San Cayetano. El verano es algo flojo; las mejores ventas se hacen a partir de septiembre. Juan pinta quijotes, toreros y otros emblemas del folclore que a los turistas encandila: los que más compran son los americanos, los alemanes y los italianos. Los que menos son los ingleses.
Miguel Miranda es el responsable de una treintañera tienda en la que los cuadros llegan hasta el techo. Miranda comenta que el verano sí es bueno porque se nota más movimiento, pero el rastro, su rastro, va a menos porque la inseguridad cada vez es mayor, ya que abundan las broncas y los tirones. Lo que es seguro es que cualquiera de los cuadros que empapelan este pequeño rincón convertiría al salón más triste en tu habitación preferida de la casa.
Si eres de los que prefiere las reproducciones, existe gran cantidad de tenderetes con muestrarios en los que las obras de Klimt, Monet o Van Gogh se van pasando con la mano de una a una. Se venden plastificadas o sin plastificar, nos comenta Manuel cuando nos acercamos a su puesto. A veces me piden obras de autores muy nuestros, como Velázquez o Goya; sobre todo los extranjeros, confiesa mientras enrolla una romántica fotografía de Robert Doisneau que una clienta ha decidido poner encima de la cama.
Piezas con solera
El señor Barranco regenta una tienda de antigüedades en una de las numerosas galerías que se esconden detrás del río humano que discurre por Ribera de Curtidores. Y lo lleva haciendo desde hace más de 40 años. Los curiosos miran, preguntan precios y después, lo compran o no; así describe al cliente de los domingos: hubo un tiempo en que aquí venían ministros, comerciantes extranjeros pero ahora no hay entendidos, se lamenta un hombre que vendió artículos a la señora de Henry Kissinger.
En la misma galería prosperan los negocios de Francisco Ubach y Carlos Gil, dos anticuarios reales: ?ves esta foto de aquí?, y Francisco señala con el dedo una instantánea en la que Doña Leticia Ortiz sonríe al Príncipe de Asturias en el momento del sí quiero, pues es inédita porque la hice yo. Por la caja de la tienda de Ubach han pasado nobles como la Duquesa de Alba, Doña Pilar de Borbón y su hermana Margarita o los duques de Lugo.
Ediles y concejales también han escogido la mesa de comedor en la tienda de Ubach. "Don Jose María - dice Francisco refiriéndose a Álvarez del Manzano - es muy amigo nuestro, y en esa silla de ahí -comenta señalando con el dedo- estaba sentada Doña Amparo Illana hablando conmigo cuando tres guardaespaldas la comunicaron que su marido, Don Adolfo Suárez, había sido elegido Presidente del Gobierno". Francisco y Carlos acuden fielmente a cada edición de Feriarte, la cita anual de las antigüedades, desde que se inaugurara por primera vez a manos de Doña Carmen Polo de Franco.
Dejando atrás estas piezas selectas y adentrándonos de nuevo en el tumulto de voces que saltan de puesto en puesto, vemos como muchos ya llevan bajo el brazo el jarrón chino que querían colocar en el aparador de la entrada o el marco de pan de oro con el que deseaban encerrar un retrato familiar heredado. Seas como seas, busques lo que busques, el Rastro de Madrid tiene un objeto decorativo que ofrecerte y años de historia para perderte.